El gremio médico está lleno de personajes, como seguramente ocurre en otras profesiones y en todos los países. Son particulares esos colegas – compañeros de profesión – que se dedican a despotricar de los laboratorios farmacéuticos y de la genéricamente llamada «Industria».
La Industria es ese ente malévolo que ha surgido de la nada o según el credo de estos iluminados, por alguna conspiración lejana en la oscuridad de los tiempos que está acechando permanentemente la virginal e inmaculada ética de los sacerdotes y monjes de la medicina, tentándolos constantemente a caer en las garras de esa especie de secta que tiene múltiples caras, muchos aspectos y apariencias. Los médicos, unos pobres seres desvalidos sin criterio, sucumben a los múltiples mimos y regalos, halagos y festejos, cayendo al «infierno» del que parece fácil volverse adicto, según algunos sabios visionarios.
Nuestros colegas iluminados saben detectar la tentación y conocen todos los subterfugios de que se vale la industria. Como auténticos agentes de la inquisición farmacéutica, como poderosos anticuerpos detectan rápidamente a esos cuerpos extraños del estéril ambiente médico para al menos denunciar prácticas que consideran dudosas o claramente pecaminosas.
Los iluminados conocen historias de manipulación, adulación, flirteo, promoción y engaño. Relatos detallados de viajes, estancias, «hoteles 5 estrellas», equipos informáticos y hasta coches obsequiados por la Industria con el fin de lograr que un fármaco prevalezca sobre otro en la punta del bolígrafo que llena el récipe o la orden médica en el hospital.
Eso sí, esos regalos, esas historias, nunca les han tenido por protagonistas. Se han mantenido inmunes a la sucia mano que se atreve a ofrecer cualquier medio por el que los demás sí se corrompen. Como muchas historias, estas carecen del testimonio directo. Son eventos que «realmente ocurren», pero «yo no las he presenciado», o peor, «así deben ocurrir las cosas» porque desde su esquema mental y moral, no hay otra forma en que los colegas menos prevenidos accedan y procedan a las opciones terapéuticas y diagnósticas si no es por coacción o tentación previas.
Inquisidores de estos proliferan en la red, usando su capacidad de difusión para predicar la «pureza» y luchar contra el «pecado». Pruebas son las que ellos mismos deciden así como desechan las que no respaldan su «religión», su suprema ortodoxia.
Podrían dedicar esfuerzos y vehemencias a cuestiones más útiles y a la verdadera investigación.
La famosa Industria y sus «anticuerpos»
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