El falso dilema

Veía Inferno, la película basada en la novela homónima de Dan Brown, cuando uno de sus personajes soltó la frase que es creencia generalizada: «Es que todos los días lucho por evitar la muerte y…».

¿Existe realmente ese dilema en el ámbito médico? ¿El médico lucha contra la muerte?

Es cierto que en muchas ocasiones las decisiones tomadas por un médico condicionan la diferencia entre vivir y morir.

Es cierto también que es muy doloroso para un médico perder un paciente. Que se te escape la vida de un ser humano, a pesar de todo el esfuerzo que pones. No es un resultado que esperes, al menos no en cualquier caso.

El paciente que ha llegado al final de su vida a causa de su edad, de una enfermedad irrecuperable, o ambas cosas, es otra situación muy diferente. Los médicos también nos preparamos, o deberíamos hacerlo a través de los años, para ese momento. Es fundamental tomar la decisión adecuada para evitar el ensañamiento. El pretender mantener con vida a alguien que ya ha llegado a su final. No es cuestión de voluntad o integridad, sino de humanidad.

Pero no llegamos a atender un paciente crítico, en franco riesgo de morir, con el pensamiento de que se lo estamos arrancando de las garras a la parca.

Yo creo que la verdadera actitud ante situaciones límite es totalmente positiva. Es más, estoy seguro que debe estar del lado de la expectativa de éxito.

En el reciente XIV Congreso de Medicina de Urgencias de Cataluña, hubo una conferencia acerca de la presencia de familiares durante las maniobras de reanimación cardiopulmonar. En esa situación es en la que un médico realmente lucha, tratando de convertir lo inexorable en eludible, al menos de manera transitoria.

Realmente es en la RCP en la que entramos en una competencia contra el tiempo. Intentamos cortar los tirantes que halan al paciente hacia la extinción, hacia el abismo, pero al mismo tiempo montamos un andamio firme para retenerlo.

Me llamó la atención que el ponente de la referida conferencia, y no solo él sino algunas de sus citas referenciales, justificara la presencia de familiares en ese momento crítico, como justificaría su presencia si el paciente fuera un enfermo terminal, o una anciana en sus últimos momentos. Parecía considerar que la derrota en esa lucha, la RCP, ya se da por descontada y por eso los familiares tienen que estar ahí.

Siempre he afrontado una RCP con el objetivo de tener éxito. Ya se que una gran proporción de víctimas no responderá a las maniobras. Pero no llevaría a cabo un conjunto de medidas como las de RCP, bastante agresivas por lo demás, si no existiera la probabilidad de salir adelante y no creyera en ésta.

Si el resultado de toda RCP fuera la muerte, y por tanto los familiares tienen que estar ahí para acompañar a la persona en sus momentos finales, no haríamos RCP. Qué sentido tendría.

No me veo como un soldado en una trinchera, o defendiendo un bastión. No somos atacados por la artillería enemiga en noches sin luna en medio de un inhóspito paraje. ¿Luchamos por evitar la muerte? Lo que hacemos es mantener la vida de la mejor forma posible. La distinción, aunque parezca sutil, es muy importante.

 

 

 


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