La tendencia relativamente reciente era que los pacientes se convirtieran en una especie de pirañas en el río de información llamado web, o suerte de tiburones en lo que es mejor llamar océano de datos en línea. Es la ubicuidad, la tridimensionalidad de la información en la que la tercera de esas dimensiones es el tiempo, más que el espacio. La libertad de acceso a ésta información es una virtud, pero la falta de filtro, la ausencia de curaduría y discernimiento ha provocado el cuestionamiento de la autoridad médica, muchas veces con la escasa base de la que adolece un lego en términos médicos, uno de los problemas en estos tiempos de horizontalidad y compromiso en la toma de decisiones de los agentes involucrados en la relación médico-paciente. Este es un tema que ha sido notablemente discutido.
Ahora que hay tanta información y presencia de las personas en la web, gente que deposita sus perfiles en sitios totalmente visibles o que está más expuesta, aunque sea de manera involuntaria, el paciente es elemento de esa misma mayor cantidad de información disponible para todos, y está expuesto a que sus datos, su propia «imagen», sus antecedentes, su información esté accesible. Es la situación que se propone en el artículo del New York Times “When Doctors ‘Google’ Their Patients,” y en la entrada del blog KevinMD.com escrita por la Dra. Joyce Ho: Should doctors ever Google their patients? (¿Los médicos deberían «googlear» a sus pacientes?) – ya sabemos que los americanos terminan por convertir en verbo cualquier palabra, es una facilidad de su idioma.
A mí, que soy usuario frecuente de internet y vivo permanentemente conectado, no se me ha ocurrido buscar información de un paciente más allá de las paredes estructurales del hospital o de las paredes virtuales de la historia clínica electrónica. Sin embargo parecen existir casos en los cuales se justificaría el que el médico pueda buscar más información acerca de una persona que la que formalmente tiene. Muchos de los que esto leen encontrarán justificación por ejemplo en las pesquisas del equipo de House, M.D., en las casas de los pacientes que manejan con patologías tan complejas y difíciles de diagnosticar. Iban más allá del hospital para encontrar evidencias, datos, etc, que explicaran el rompecabezas que era cada paciente.
Del mismo modo es una estrategia más o menos usada interrogar a paciente, familiares, y otros acerca de costumbres, forma de vida, vivienda, antecedentes, que no son habitualmente recogidos o solicitados en la historia médica habitual.
Los casos que comportan un desafío diagnóstico, o aquellos en los cuales se sospecha abuso de drogas, especialmente opiáceos que obligan al paciente a buscar su administración frecuente y a fingir o suplantar identidades o síntomas, pueden ser susceptibles de ser sujetos de búsqueda en la web. También aquellos pacientes o usuarios del sistema de salud que, como afirma el blog citado, intentan defraudar a una aseguradora, o pretenden escapar de la justicia. Incluso la misma entrada del blog hace referencia a pacientes que son capaces de autolesionarse para mantenerse bajo atención médica y cuya conducta pueda haber sido registrada previamente.
La situación es complicada porque también tiene connotaciones éticas y del ámbito de la privacidad. Qué pasa si un paciente no desea que se sepa cierta información que puede sesgar la aproximación del médico a su problema. Sin embargo, en principio, desde el punto de vista ético el médico debe tratar al paciente con su mejor esfuerzo y conocimiento.
Probablemente un país tan grande y con tanta movilidad como Estados Unidos de América requiera estar pendiente de datos de pacientes que en un estado desarrollen una actividad y se trasladen a otro donde tengan otro tipo de cobertura sanitaria, o estuvieran involucrados en situaciones al margen de la ley.
De cualquier forma, el médico debe ser suficientemente sabio y utilizar siempre el juicio, como se hace en general y como se hacía en la era previa a la explosión de internet.