Memoria y líderes, culpa y juicio

No basta con la sorpresa. No es suficiente indignarse.

La memoria colectiva, en tanto sustrato de las acciones presentes y futuras, parece languidecer. La insensatez de los líderes, de los dirigentes, que han abandonado cualquier freno que limite su poder, induce al resto de la sociedad a fallar.

En la época más luminosa de la historia, volvemos a las prácticas inquisidoras, a la censura y a la reprobación pública.

Ahora cualquier dirigente es capaz de decir y disponer cualquier cosa… y se lleva a cabo. Sin evaluación, sin sopesar defectos o beneficios.

Nunca ha estado más vigente que la ignorancia de la historia obliga a repetirla, y que la ignorancia del pueblo lo hace instrumento ciego de su propia destrucción. Sabemos lo que hace ignorar la historia. Repetir los grandes errores para sufrir grandes fracasos.

Son los líderes y dirigentes, quienes exaltados a sus posiciones sobre hombros y catapultas de fundamento populista, irresponsablemente llevan el timón de un barco a la deriva, que parece un crucero de lujo cuando los venden a sus votantes y a sus admiradores externos, pero que se convierte en un navío de galeras. Avanza porque exige a los remeros hasta la extenuación.

Irresponsables dirigentes y gestores que no reciben juicio ni mucho menos condena, pero quedan con sus «capacidades» intactas para volver a intentarlo, para regresar a la dirigencia si por giros del destino, son defenestrados políticamente.

Ocasionalmente tengo la ingenua creencia de que esos líderes se rodean de agentes mejor formados, mejor entrenados y con mayor perspicacia. Individuos y grupos que realmente son capaces de dilucidar nebulosos signos, indicios y redes de interacción. Grupos de pensamiento y discusión de los que salen ideas que permitan enfrentar obstáculos, riesgos y escenarios inciertos. Estamentos que son capaces de ver más allá o detrás del criptograma. Mejor, el palimpsesto que es el entorno socio-económico-político y geodemográfico próximo, continental o mundial. Por supuesto, no son oráculos ni son círculos de superstición. Existe un fondo científico, de conocimiento.

Es lo que permite a países, industrias y empresas dar respuestas razonables, predecir el futuro con cierta precisión y preparar reacciones, diseñar planes y proponer soluciones a posibles eventos.

Pero en ocasiones, más de las que quisiera, la realidad decepciona. Parece que estuviéramos en manos de mediocres, electos o impuestos, manejados por intereses y sesgos, que conducen a las sociedades, a las organizaciones, a los países, al fracaso, al deterioro y al marasmo. Los rasgos de esta conducta son evidentes y sostenidos por masas ignorantes, por grupos interesados y por fuerzas que interactúan y actúan desde el exterior y desde dentro de los propios cuerpos orgánicos sociales.

No seré ingenuo. Evidentemente, este entramado de soporte, análisis y acción permite también la acción y, sí, la conspiración. Cadenas de pequeñas, medianas y extensas acciones y omisiones, hacen cambiar gobiernos de instituciones, empresas y países.

En ciertas circunstancias, eventos que vemos inconexos, que consideramos absurdos, están planificados milimétricamente para que, con un simple disparador, con un mínimo estímulo o un mero movimiento comercial, se desencadene un cascada de modificaciones superestructurales.

Tal como ocurre en el ajedrez, una jugada de escasa significación en el momento, trae consecuencias 4 o 5 jugadas más tarde, de acuerdo a las reacciones propias y externas. Eventos en cascada o eventos en malla. Como se quiera ver, o como sea que ocurran, la brillantez del estratega está tanto en la anticipación como en la provocación, entendida en tanto disparadora de efectos a mediano y largo plazo, tanto directos como indirectos.

Muchas de las situaciones históricas o en curso, ya fueron expresadas económica, política o militarmente años antes. Actitudes supuestamente modernas, “originales” o creativas, son simples recreaciones a intervalos de años, décadas o siglos, incluso. La desmemoria del pueblo, de la sociedad, provocada por alteraciones y omisiones en su educación, permiten que algunos de esos eventos vuelvan a ocurrir.

A veces ocurren como explosiones espontáneas, otras propiciadas por entidades locales o globales dedicadas a propiciarlas, tanto de manera expansiva gradual como abrupta.

Así, volvemos a caer en esos ciclos históricos, en esos valles y picos, que vamos superando, pero que mentes ingenuas y no tanto, permiten y estimulan. Lo que censuro es a los líderes y dirigentes, a las autoridades políticas y del conocimiento, que no son capaces o no parecen ser suficientemente perspicaces, pero en cambio promueven esos giros. Quedan como insensatos, sin culpa ni juicio.

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