El buen médico desde su formación

Hay cosas que son difíciles de evaluar, precisar y reconocer. Una de ellas es quién será buen médico, y quién no sirve para esta profesión. Parece un tema particularmente subjetivo, porque en diversas ocasiones hemos comprobado que aquellos o aquellas que parecían predestinados a ser médicos brillantes, con independencia de sus calificaciones, terminaron como facultativos promedio y otros, en cambio, lograban y logran carreras fructíferas.

Una etapa fundamental, al menos en las escuelas tradicionales de medicina de occidente es el paso de tercer a cuarto año, cuando los estudiantes empiezan a enfrentar el mundo clínico. Es el momento en que empiezan a poner en práctica su conocimiento básico adquirido en los primeros años, pero también el simultáneo aprendizaje clínico dirigido y progresivo. Es la etapa crítica en que no solo la teoría es importante sino también las destrezas y habilidades de relaciones interpersonales, intuición, comunicación, atención, empatía, trato emocional y obtención de información.

Es posible que esta sea la etapa en que un filtro deba determinar quien sirve o no para la profesión, o mejor aún, se establezca una estrategia para conducir el aprendizaje a la explotación de las mencionadas habilidades de comunicación, trato emocional y obtención de información.

Hay un artículo sobre el tema en el blog de salud de The New York Times llamado en mi traducción particular «Porqué los malos estudiantes de medicina no obtienen malas calificaciones» o en inglés Why Failing Med Students Don’t Get failing Grades. 

Aunque son habilidades obvias y esperadas en un médico, estas no se enseñan formalmente en la academia. La cosa va por el camino de: «No puedo definir el porno, pero se lo que es cuando lo veo«, o el refrán en inglés de un médico bien formado, como los patos, los elefantes o la obscenidad son fáciles de reconocer pero difíciles de cuantificar.

Es fundamental que estas habilidades que son necesarias para el desempeño como médico, sean desarrolladas e inculcadas durante esta etapa de formación, que constituye el segmento de la educación médica por definición más fuertemente supervisado por personal profesional calificado.

En esta etapa, en muchas escuelas de medicina los estudiantes realizan las llamadas «rotaciones», casi siempre grupales, y enfrentan por primera vez la relación médico-paciente, con todas las implicaciones investigativas que tiene, pero también con toda la carga emocional, empática, y comunicacional que conlleva.

Al parecer, y según el artículo, la evaluación en esta etapa no parece estar dando frutos en relación con el potencial profesional que se está formando, con las consecuencias futuras sobre desempeño y éxito profesional.

Lo que me parece grave es que el mismo artículo asegura que en un estudio realizado a mediados de los noventa para evaluar los criterios de calificación, casi la mitad de los directores de cursos de pre-grado de medicina en Estados Unidos piensa que de alguna manera las calificaciones de los estudiantes en este período están «infladas», lo que quiere decir que la mayoría de estos estudiantes tienen notas más altas que las que merecen por su desempeño. Muchos de estos directores de curos «dijeron que tenían dificultad creciente en distinguir estudiantes que no podrían alcanzar el Estándar Mínimo,  cualquiera que éste sea, y más del 40 por ciento admitió que había aprobado estudiantes que deberían haber suspendido su curso.»

A raiz del estudio hubo una serie de reformas dirigidas a mejorar el proceso de calificación de los estudiantes de medicina durante este período crítico de su formación. De ahí por ejemplo el mnemónico RIME (por Reporter-Interpreter-Manager Educator) con el que se pretendía evaluar el progreso del estudiante. Otro método consistió en reuniones periódicas para la discusión de las calificaciones. El objetivo en definitiva era eliminar la subjetividad.

Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Teaching and Learning in Medicine examina los efectos de estos múltiples esfuerzos en el proceso de calificación. En ese estudio se confirma que ha habido poco cambio, que la «inflación» de las notas sigue ocurriendo y más de un tercio de los directores de curso cree que hay estudiantes aprobados que de hecho deberían haber suspendido.

Como adjunto en un hospital universitario sin responsabilidad en el proceso de calificación de los estudiantes del ciclo clínico, pero con contacto con estudiantes de estos años superiores de la carrera de medicina, tiendo a creer que la situación dibujada en este estudio es correcta. No quiero decir que la mayoría de los estudiantes no debieran aprobar, al contrario, pero es evidente que a este nivel debería darse mayor importancia a las destrezas mencionadas al principio de este artículo, pues forman parte fundamental del proceso de ser médico.

Alrededor de una cuarta parte de los directores de curso encuestados cree que la «inflación» es producto de el rechazo de ciertos médicos «senior» o adjuntos de alto rango a provocar el enojo, o enfrentar la indisposición o incluso el reclamo legal de ciertos estudiantes.

Creo, como alguno de los citados en el artículo del blog del NYTimes, que el objetivo no debe ser reprobar sino establecer la estrategia para apoyar y ayudar a los estudiantes en la transición de la teoría a la práctica.

Al menos en Estados Unidos está en proceso el establecimiento de un sistema de evaluación nacional estandarizado, como se pretende aplicar a los médicos en residencia de formación, de tal manera que se evaluará el alcance de una serie de competencias bien definidas, incluyendo áreas como la comunicación interpersonal, conducta y por supuesto los procedimientos específicos de la especialidad. Durante los próximos años, las escuelas de medicina probablemente adoptarán un sistema similar para los estudiantes de medicina.

«Tiene que haber unidad de criterio, transparente y objetivo. Todo el mundo debe saber lo que quiere decir cuando se habla de educación y formación».

Y lo típico que pensamos:
«Todos vamos a ser pacientes un día», añadió. «Tenemos que pensar en qué tipo de médicos queremos tener, ahora y en el futuro».


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