El Deportivo Táchira adelantó el partido con Trujillanos en Pueblo Nuevo para el viernes pasado por su viaje a Brasil, donde finalizará su actuación en Copa Libertadores ante Corinthians.
Ganó el equipo aurinegro con goles de Anderson Arias y Christian Casseres, un 2 a 0 que proporciona cierto aire en las maltrechas líneas atigradas. Orgullo golpeado por la falta de regularidad y contundencia.
Fueron pocas personas. El gran público aurinegro parece haber perdido la afición a un club que va dando bandazos y no termina de entrar en competencia de la manera que se espera de él, con toda la historia y nombre que le respaldan.
No estamos más abajo, porque hay dos peores, sólo por eso.
De nombre y de historia, lamentablemente, no se vive. A veces se siente, se asoma el demonio de la posibilidad del descenso, algo impensable, pero cuyo riesgo existe siempre. No es cuestión de ampliar la liga a 30 equipos, como pretendieron el año pasado en Argentina con el descenso de River. Hay que fortalecer el equipo. No hay duda de que la intención de los dueños actuales, de la dirección deportiva es esa: Dar soporte y recuperar la fortaleza de nuestro Deportivo Táchira.
Sólo 2200 personas en un estadio para 40 mil debe ser una visión deprimente, insoportable y debastadora. Pueblo Nuevo y la institución no merecen un desastre de esta categoría. Uno esperaría que la afición apoyara siempre y no solo en el éxito.