La foto era épica. Primera página de La Nación, cuerpo B. La Nación, la de San Cristóbal – la de Buenos Aires probablemente no tendría siquiera idea de su existencia -, media pagina en color. El jugador en pleno quiebre a la izquierda dentro del área, ¿vestido de amarillo y negro? O todavía con los colores del Deportes Tolima, camiseta blanca con franjas negrirojas en el área pectoral. Giro a la izquierda, mirada incisiva, dirigida a su destino, la pierna derecha extendida en apoyo y la izquierda doblada en actitud de avance. Dos rivales al marcaje, asistían burlados a la finta. Solo atinaban a ver como pasaría el delantero.
El fichaje más caro, hasta entonces, del fútbol venezolano. La cifra «astronómica» de 250 mil dólares. Una millonada para esa época, pero cómo se vivió. Fue un imán para la afición. Después la historia no fue tan épica como la contratación. El Táchira era la potencia futbolística de Venezuela, atractiva y poderosa. Fue la semilla de la década de oro. No se ganó mucho ese año, y el Aurinegro ganó menos de lo que perdió.
Iguarán haría grandes partidos más tarde en Colombia y con su selección, pero cómo nos hizo soñar. Cómo nos inició en la ensoñación y en la esperanza del ascenso en el ranking mundial. Pensábamos, con razón, que seríamos diferentes al resto. Por fin una negociación seria para tener un tipo de nivel internacional. No era el extranjero o «importado» típico de segunda o tercera división de Argentina o Paraguay, o Colombia. Tampoco ese que venía ya en retirada, o el famoso, por lo llamativo, «tronco» que venía a partir tibias o pinchar con alfileres en el medio del área. A enseñar lo que no se debía y a dar «patadones» para despejar cualquier cosa. Veníamos de una década en la que la selección vinotinto era extranjera y lo mejorcito había sido Luis Mendoza «mendocita» – algún día hablaré de esa costumbre de sobrenombrar a nuestros futbolistas con diminutivos poco imaginativos y casi peyorativos -, y Jairzinho durante el pentacampeonato del Portuguesa.
Vendría luego el enfrentamiento con el Atlético San Cristóbal y el efervescer de la radio y la prensa en San Cristóbal. De eso hablaremos más tarde.
Arnoldo, el goajiro más caro
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