Zamora Campeón del apertura 2016

Otro torneo más sin título

Una temporada esperanzadora. Prometía muchísimo el aurinegro al inicio de este indefinible período con el que la FVF decidió adaptar los torneos al año-calendario.

Tanto el Adecuación como el Torneo Apertura vislumbraban una buena actuación del cuadro tachirense. Pero una cosa es lo que parece y otra muy distinta es la dificultad en plasmar esas expectativas como realidades.

Del Adecuación no vale la pena hablar.

El Apertura fue otra historia. Ahí andaba Táchira, el Deportivo Táchira, intentando asaltar la punta, a la que incluso accedió en algún momento.

Afrontar los compromisos de Libertadores, Copa Venezuela y Torneo nacional, provocó desgaste. Los largos viajes a México, tanto en la fase de grupos como en los octavos de Libertadores, y los más largos retornos, así como la escasa plantilla, tuvieron como consecuencia la debacle ante el Aragua.

No pretendo justificar, pero en una situación política y económica como la que vive Venezuela, demasiado hacen los clubes para mantenerse y sobrevivir.

En todo caso, debería ser satisfactorio haber trascendido la fase de grupos de Libertadores de una manera clara, sin bemoles.

No hay fondo para mantener tantos frentes abiertos. Táchira terminó a solo 2 puntos del Zamora en la fase regular, pero es evidente que el Aragua venía en curva ascendente, mientras que la plantilla aurinegra se desinflaba inexorablemente.

El Zamora vuelve a ser campeón. Una demostración de regularidad en los años recientes, a pesar del cambio de técnico y las condiciones económicas que envuelven al país.

Lo ilusos que éramos entonces

Transitar la Copa Libertadores en los años 70 y 80 era una verdadera hazaña para los clubes venezolanos. Instituciones que solo lo eran por el nombre, pero no por su solidez o su base.

Algunos de los clubes no tenían ni siquiera sede. Se formaban en peñas o por la ilusión de algún inmigrante español, italiano o portugués, o la de algunos venezolanos y colombianos que querían repetir en Venezuela el modelo de la Dimayor o de los países con tradición futbolística.

Al verlo desde la distancia temporal, larga y apaciguadora de calenturas de aficionado, era una verdadera proeza que los equipos venezolanos siquiera osaran desafiar a verdaderas maquinarias más o menos engranadas, con mayor o menor trayectoria y experiencia.

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Los aficionados también éramos ilusos, con mucha esperanza, deseando ver en nuestras canchas, en nuestros estadios, la magia que recibíamos a través de la televisión, cuando algún canal se dignaba transmitir algún partido.

Entonces veíamos cómo el Zamora de los agonizantes 70’s y nacientes 80’s se ponía el uniforme del Udinese, porque uno de sus directivos, italiano, había viajado a Udine y se trajo los uniformes con patrocinante y escudo incluidos. Así lo hacía también el Deportivo Italia, o el Deportivo Portugués, con los colores de las respectivas selecciones nacionales transalpina y lusitana.

Bebíamos de la fuente inspiradora del Portuguesa FC, que a fuerza de dólares logró dar la cara en la Libertadores y trajo a Jairzinho para su once, a pasearlo por Sudamérica y por los potreros que eran los campos de fútbol de Venezuela. Del mismo Italia, que clasificó a segunda ronda, que era semifinal también por el formato de la Libertadores de entonces, luego de derrotar al poderoso Fluminense.

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Tiempos cuando pocos tenían cuidado del cesped. Se jugaba entre matorrales en los que la pelota picaba para cualquier lado y era como un conejo saltando y huyendo de un cazador, zigzagueando y frenando de manera súbita, y se pintaban los peladeros para que en TV se viera todo unicolor.

Por no tener, Pueblo Nuevo no tenía pizarra. No era que no tenía pizarra electrónica. No tenía de ningún tipo hasta que algún voluntario caritativo montó una en la que se cambiaba el marcador como en los años 20, con paneles puestos a mano.

El marcador llegó apenas con la Copa América de 2007.

Así, cómo pretendíamos que los venezolanos lo hicieran mejor de lo que hacían en los torneos internacionales o en las eliminatorias mundialistas. Los equipos no eran profesionales y la organización tampoco. Así que clasificar o hacer un buen partido tenía que ver con que alguien había puesto un gran esfuerzo en organizar en su feudo la gran caimanera que era el fútbol profesional venezolano.

 

Sólo una empanada mental evitará el campeonato del Clausura

La jornada más reciente del torneo nacional «Clausura» del 2015 deparó noticias satisfactorias para toda la afición tachirense.
El balance no ha sido perfecto, fundamentalmente por 2 factores, pero las perspectivas son positivas a corto plazo. 
Táchira depende de sí mismo y sólo una empanada mental-fisica como aquella de la definición del torneo en Puerto Ordaz hace unos 7 años evitará que nuestro aurinegro sea campeón. En aquel aciago partido, bastaba que un delantero aurinegro se dejara caer en el área para que el torneo se hubiera resuelto a favor del Táchira, porque el árbitro alargó y parecía pujar por esa opción. Pero ni eso se les ocurrió y el Deportivo fue superado por el tercero en discordia. 
Una empanada mental es aquella confusión que te entra cuando estás ante un evento decisivo y no eres capaz de resolverlo porque empiezas a elaborar, a considerar opciones remotas o poco probables eligiendo una de las peores.
Desde la distancia que proporciona el «gran charco» es evidente que Daniel Farías no es santo de la devoción de mucha gente. Los comentarios que se leen en foros, área de comentarios de Facebook, en twitter, o en las crónicas de los diarios deportivos venezolanos, por mencionar algunos, no le dejan bien parado. A mi la impresión que me da es que comete errores por riesgo, o por su particular lectura de los partidos.
En ocasiones el técnico elige bien sus piezas y los resultados premian, pero en otras cambia a un jugador en pleno pico de rendimiento en un partido y tira todo por la borda. Así pasó en el último partido de Libertadores contra Racing club. Meza estaba bordándola, pero eso no fue factor para que el técnico dispusiera su cambio ante la sorpresa general y de los comentaristas de FOX.
Sin embargo, Táchira está ahí, con una campaña notable, manteniéndose a un solo punto de la cima pero con un partido pendiente, que si se supera de manera favorable, le dará el título. Eso es mérito de los jugadores, pero principalmente del técnico y sus decisiones. Hay que reconocerlo.
Quedan 2 partidos, uno de ellos contra Lara y el otro con los rojos del Caracas, que para mi sorpresa ocupan la primera posición cuando hace unas semanas estaba algo arriba del medio de la tabla. No veía al Caracas como rival este año, pero como siempre la organización poderosa y «aceitada» logra resultados positivos. Es algo de lo que se debería aprender siempre.

Libertadores 2015, debacle venezolana de nariz contra el muro de la realidad

Cuando todos, otra vez, pensábamos que esta sí sería la oportunidad de pasar de ronda y trascender en la Libertadores, nos dimos de nariz contra el muro de la realidad.
No parece haber forma, en las condiciones actuales, de garantizar una participación respetable en este torneo continental. 
La actuación de los clubes venezolanos no hace sino reafirmar la consideración de menor categoría que nos endilgan en el resto de subcontinente, y del mundo. 
A pesar de las grandes actuaciones, ya no tan sorpresivas, de la selección mayor vinotinto, nuestros equipos representativos, los campeones y subcampeones de los reñidos torneos locales no dan la talla.

De nada sirve que la afición en pleno apoye. Que Pueblo Nuevo se llene y grite al unísono, que haya barras y cánticos alentadores. La lluvia de goles sobre Táchira, Mineros y Zamora ha sido este año particularmente torrencial.
Parece que hubiéramos retrocedido años. Una especie de «Volver al futuro» de nuestro fútbol, pero de la segunda parte de esa mítica zaga, cuando un pequeño detalle modificó la línea del tiempo y todo el futuro-presente se torció para mal. 
La selección en el puesto 89 del ranquing FIFA, de manera estrepitosa, aparentemente sin haber perdido tanto mérito como esa clasificación injusta parece demostrar. Los equipos de más tradición en Venezuela, de más organización y mejor dotados, arrastrados por los suelos por equipos que ni siquiera son de primera línea en Sudamérica. 
No se ha jugado con Palmeiras, con Corintians, con River. Lo de Cerro fue simplemente una ilusión. Bueno, Zamora sí jugo con Boca y Mineros con Cruzeiro, pero eso no constituye excusa alguna. 
Los grupos realmente parecían superables. La falla probablemente esté en el trabajo, o en la idoneidad de los directores y cuerpo técnico para afrontar empresas más complejas que el devaluado campeonato local.

Viene la Libertadores otra vez

Viene la Libertadores y otra vez apoyamos a nuestro Deportivo Táchira en su nueva campaña internacional, esperando que por fin nuestra esperanza de verlo trascender y hacerse un nombre en el mundo del futbol se cumpla.
Empezamos con Cerro Porteño, un equipo de tradición, copero, histórico, de los que se nombran cuando hablamos de futbol sudamericano y mundial. La tradición futbolística de la ribera occidental del Atlántico no existe sin la presencia de varios grandes equipos.
Hablamos de Olimpia, Cerro, River, Independiente y Boca, Peñarol y Nacional Católica y Colo Colo, Nacional y América, Corintians, Vasco Da Gama y Flamengo. Son los verdaderos representativos del fútbol sudamericano, los que le ponen cara al resto del mundo, aunque algunos hayan tirado a menos y transitaran durante un tiempo en las oscuras aguas de la segunda división.
Es cierto que esa preponderancia de las «vacas sagradas» del cono sur los ha favorecido en tanto movilizadores comerciales y soporte de intereses extrafutbolísticos, incluso políticos.
Cuántas gestas frustradas, cuantos episodios abortados de clubes que aspiraban y aspiran a entrar en ese olimpo, grabar su nombre a fuego y ganar el respeto del resto, quedaron en el penúltimo escalón del podio, para no volver, o para quedar tan golpeados financiera y anímicamente que la recuperación costó años.
La Confederación es implacable. Le cuesta muchísimo permitir que alguno de los no elegidos haga cumbre en ese largo ascenso, y se mantenga.
A cuántos nos gustaría que nuestro club llegara a instancias tan importantes como la semifinal, tal como lo han hecho el Once Caldas, el Barcelona ecuatoriano, el Cobreloa o el Liga Deportiva de Quito, equipos que también llegaron a finales que alguno ganó.
Un sueño de muchos aficionados aurinegros: asistir a un encuentro de Final de Libertadores en Pueblo Nuevo con la participación de nuestro Deportivo Táchira, ataviado con una camiseta alegórica en la que figure un parche que diga Copa Libertadores Final.
Es un sueño, pero también una aspiración factible en esta época de evolución y desarrollo del fútbol venezolano.

El Mar de los Sargazos del Deportivo Táchira

En todos los años que lleva nuestro Deportivo Táchira como club profesional de fútbol, creo que esta década en cuyo punto medio estamos es la que ha servido para mostrar las falencias de la institución aurinegra.
Durante esta segunda decena de años del nuevo siglo, el Deportivo Táchira ha sido incapaz de encadenar una ristra de victorias, de mostrar músculo y de demostrar potencia ante los rivales nacionales o extranjeros que conforman los diferentes torneos en los que ha participado.
Es verdad que como institución se ha mantenido a pesar de crisis económicas y políticas, a pesar de ataques y ante la volatilidad política, la ausencia a su vez de instituciones públicas y la falta de coherencia pública que ha prevalecido en Venezuela.
Quizás el club esté pasando su particular travesía del desierto, su especial Mar de los Sargazos en el que apenas avanza por la ausencia de «vientos», lo que le impide conformar un base sólida y un rumbo definido hacia el éxito.
Ahí está el equipo, que inicia los campeonatos más o menos de manera firme o no tanto, para luego ir desinflándose a mitad de camino, justo al llegar a ese «mar» lleno de «algas» y falto de «vientos» en el que se es capaz de echar la culpa a cualquier factor externo, o simplemente se pierde la objetividad y la visión a mediano plazo para quedar detenidos en las derrotas consecutivas.
Lo que pasa es que ahora la navegación, excepto la de recreo, no es a vela, y por tanto existen previsiones, cartas de navegación, GPS, y por supuesto motores. Justo lo que parece que le falta al Táchira para despegar por fin y enrrumbarse hacia el éxito constante.

La falta de continuidad

Me da pena ver que año tras año, torneo tras torneo, se manifiesta la falta de continuidad deportiva. Dos derrotas seguidas, una de ellas en casa, y la eliminación en Copa Venezuela, hacen trastabillar los anhelos de los verdaderos aficionados, así como de aquellos que no siéndolo tanto, pujan porque nuestro Deportivo Táchira recupere la solidez y el respeto nacional.

Se que ha sido un traspiés en lo que hasta ayer parecía una sólida campaña que por fin nos llevaría a ganar un torneo con holgura y sin aspavientos. Sin el miedo del soplo en la nuca de los perseguidores, que al final, si nos pasan y ganan, será porque lo merecen, pero también porque hemos aflojado en etapas como la de ahora. Esa falta de fuelle.
El fuelle, como lo llamamos, lo da una estructura compacta y fuerte. Tener «fondo de armario», tener recambios en la banca que suplan las posibles debilidades o pérdidas de balance individual que normalmente ocurren en torneos de envergadura, torneos exigentes, largos o de ambas características.

Pero el fondo no solo lo proporciona tener calidad en la titular y en la suplencia, sino también la entereza, la personalidad, la fortaleza psicológica y física para afrontar viajes, canchas defectuosas, potreros, presión mediática o aficiones hostiles.
Tropezar no significa caer, pero si se cae hay que tener fuerza y ánimo para levantarse y seguir. Esa es la diferencia entre los grandes equipos y los clubes término medio. Estos últimos ante la primera adversidad entran en una espiral de errores, fallas y derrotas que los lanzan a lo profundo de la tabla, a zonas donde no es posible aspirar a más que terminar el campeonato para ir a preparar el otro, y con suerte evitar el peligro del descenso.

Se nos atraganta la Copa Venezuela

El Deportivo Tächira es el equipo grande de Venezuela, de eso no hay duda. Es la verdadera institución futbolística del país, con cierto nombre hecho fuera de las fronteras. El crecimiento de algún equipo de la capital y del oriente ha permitido equilibrar un poco las fuerzas que mueven el mundo futbolístico venezolano, pero Táchira por historia y tradición sigue siendo el referente.
En algún post antiguo se había comentado y preguntado acerca de la trayectoria del Táchira en la Copa Venezuela, esa que se ha pretendido siempre institucionalizar en nuestro país, con tan escasos antecedentes y falta de solidez, a la imagen de Europa. Esto es así de evidente por el hecho de que cuando en esta Tierra de Gracia había Copa Venezuela y Torneo Nacional, o Liga Mayor, o simplemente Liga, en el resto de los países de sudamérica, más futbolísticos, no existía un torneo similar, como tampoco había segunda división ni ascenso o descenso. Táchira ha ganado la Copa Venezuela una sola vez, en 1982, pero ha sido subcampeón en 4 oportunidades.
La Copa Venezuela ha sufrido transformaciones, cambios de nombre, sustituciones e incluso estuvo a punto de desaparecer de la historia venezolana, pero ha sido la perseverancia la que la ha mantenido, quizás impulsada en sus inicios por las mismas motivaciones que tuvo la existencia de la Liga. Las raíces europeas de los primeros federativos y dueños de equipos que han querido imitar la estructura de los campeonatos europeos.
El asunto es que ganar la Copa Venezuela en los 80 no daba ningún prestigio ni mucho menos acceso a un torneo internacional. Los equipos o clubes tampoco eran lo suficientemente sólidos ni estructuralmente robustos como para afrontar dos torneos simultáneos, además de la falta de estadios en condiciones, y la ausencia de suficiente afición y respaldo publicitario o de patrocinio.
Entonces por un lado la afrontabas con todo el esfuerzo y la dedicación, o simplemente la dejabas pasar. Ahora puedes asumirlo de la misma manera, sólo que en la actualidad ganar la Copa Venezuela da un cupo a la Sudamericana. No solo eso sino que la mayor exposición mediática y la mayor cantidad de público pendiente del futbol de Venezuela hacen que caer en un torneo como éste reste prestigio y respeto.
Pero es evidente que al Táchira se le atraganta la Copa.

Indignación por la derrota del Tächira en Copa Venezuela

A veces se nota la indignación en la calle, pero ahora es notoria en las redes sociales. Después de la derrota ante Carabobo, en el partido de ida de los cuartos de final de la Copa Venezuela 2014, las redes sociales hervían en improperios y mensajes poco edificantes sobre el juego del Deportivo Táchira, que jugando de local no fue capaz de resolver un partido a su alcance.
Por supuesto la respuesta del Director Deportivo fue directa y sobria, hay que decirlo, porque las cosas se prestaban a provocación y reacción iracunda, o al menos subida de tono, pero no, la cosa fue manejada de la mejor manera, porque es verdad que no se resolvió el partido, pero habría que reconocer que hubo llegadas y que el Táchira es en este momento el equipo más sólido de todo el universo futbolístico venezolano.
Yo creo que la remontada es posible, que hay equipo para seguir adelante y que hay que esperar a la vuelta para hablar.Que se recuerde que es el Táchira el que está jugando.
Lo que realmente molesta es la nueva profanación del Templo. Así el esfuerzo para que el público llene Pueblo Nuevo como se merece es y será mucho mayor.

Primer tropiezo en el Apertura 2014

Basta que elogiemos al equipo y que la esperanza se siembre entre la afición que mejor vive el fútbol en Venezuela, para que la realidad nos haga tomar tierra. Volver a los vericuetos, a entender que la ruta no es fácil. Asumir que hay rivales que también tienen aspiraciones, con aficiones que apoyan y aspiran a que sus clubes también figuren y elementos imponderables que modifican las circunstancias.

Hay muchas razones y condiciones que determinan la evolución de un partido y de un torneo. El tiempo como concepto meteorológico, el terreno de juego, el cansancio, la concentración, la temperatura ambiental, el ambiente previo, la actitud del equipo o los árbitros. Uno de estos elementos o varios combinados influyen en las confrontaciones y en la resolución del partido.
La actitud es determinante. Pueden los jugadores creerse invencibles, menospreciar al rival o sobrestimar al contrario. El cuerpo técnico no está exento de este «virus», estableciendo un planteamiento táctico inefectivo, y mostrando incapacidad para modificarlo durante el encuentro. La diferencia entre un buen técnico y uno regular – regular en el sentido estándar, que no destaca sobre el resto – es justamente que el primero es capaz de sacar a jugar opciones que impongan giros en la justa con consecuencias en el resultado. 
Esperemos que el resultado ante el Anzoátegui sea sólo un tropezón sin importancia o con la justa importancia de alertar ante un camino hacia el triunfo final que no es sencillo pero que ha empezado bien.