La jornada más reciente del torneo nacional «Clausura» del 2015 deparó noticias satisfactorias para toda la afición tachirense.
El balance no ha sido perfecto, fundamentalmente por 2 factores, pero las perspectivas son positivas a corto plazo.
Táchira depende de sí mismo y sólo una empanada mental-fisica como aquella de la definición del torneo en Puerto Ordaz hace unos 7 años evitará que nuestro aurinegro sea campeón. En aquel aciago partido, bastaba que un delantero aurinegro se dejara caer en el área para que el torneo se hubiera resuelto a favor del Táchira, porque el árbitro alargó y parecía pujar por esa opción. Pero ni eso se les ocurrió y el Deportivo fue superado por el tercero en discordia.
Una empanada mental es aquella confusión que te entra cuando estás ante un evento decisivo y no eres capaz de resolverlo porque empiezas a elaborar, a considerar opciones remotas o poco probables eligiendo una de las peores.
Desde la distancia que proporciona el «gran charco» es evidente que Daniel Farías no es santo de la devoción de mucha gente. Los comentarios que se leen en foros, área de comentarios de Facebook, en twitter, o en las crónicas de los diarios deportivos venezolanos, por mencionar algunos, no le dejan bien parado. A mi la impresión que me da es que comete errores por riesgo, o por su particular lectura de los partidos.
En ocasiones el técnico elige bien sus piezas y los resultados premian, pero en otras cambia a un jugador en pleno pico de rendimiento en un partido y tira todo por la borda. Así pasó en el último partido de Libertadores contra Racing club. Meza estaba bordándola, pero eso no fue factor para que el técnico dispusiera su cambio ante la sorpresa general y de los comentaristas de FOX.
Sin embargo, Táchira está ahí, con una campaña notable, manteniéndose a un solo punto de la cima pero con un partido pendiente, que si se supera de manera favorable, le dará el título. Eso es mérito de los jugadores, pero principalmente del técnico y sus decisiones. Hay que reconocerlo.
Quedan 2 partidos, uno de ellos contra Lara y el otro con los rojos del Caracas, que para mi sorpresa ocupan la primera posición cuando hace unas semanas estaba algo arriba del medio de la tabla. No veía al Caracas como rival este año, pero como siempre la organización poderosa y «aceitada» logra resultados positivos. Es algo de lo que se debería aprender siempre.
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Cuando San Cristóbal era la capital de fútbol en Venezuela
Desde comienzos de siglo el dominio del Deportivo Táchira no ha sido el mismo. El Caracas FC surgió como potencia, a nuestro pesar, y empezó a dominar dando lugar a la gran rivalidad que puede palparse entre el fútbol de los Andes y el del Caracas. No podemos hablar por regiones porque equipos como Italia o Galicia antes, y Deportivo Petare ahora no portan galones suficientes para ser considerados.
Lo que era el templo sagrado del fútbol nacional, el glorioso Polideportivo de Pueblo Nuevo, fue «profanado» varias veces por equipos cuyos jugadores y directivos nunca hubieran pensado aunque sí soñado hacerlo.
Ir a Pueblo Nuevo era visitar otro país. San Cristóbal era el paraíso futbolístico, donde los sueños del mundo del fútbol se cumplían, donde respirabas realmente balompié. Incluso más que en cualquier ciudad de Europa, tanto como en Colombia, pero con una virtud: No existía violencia ni influencias económicas oscuras. Era un territorio futbolístico genuino en el que la rivalidad, la preparación del partido, los comentarios de los múltiples programas deportivos se basaban en lo futbolístico.
Era la época en la que te podías molestar con lo que dijera Manolo Dávila, el sumo sacerdote de las ondas, pero seguías oyendo su programa para que hirviera la hiel. Podías reírte del esfuerzo de Jairo Adolfo para parecerse al Dr. Vélez, ¿o era Vélez el que se parecía a Jairo?
No había enfrentamientos. Podía haber alguna pelea en la popular, o incluso en la principal, pero ni siquiera era necesaria la intervención policial porque las cosas se resolvían rápido o las resolvía el propio público que a su manera exigía respeto y respetaba el espectáculo. Luego la fiesta seguía en la grada, porque era más importante ver el partido, analizarlo, disfrutarlo, alentar, sufrir, beberse toda la existencia de cerveza (Polar o Nacional) que llegar a quemar un autobús o violentar la salida de un equipo del estadio.
Derrotados y humillados en casa
La peor derrota que se puede sufrir acaba de ocurrir. En nuestro Pueblo Nuevo, en nuestro templo. Un 1 a 3 y con Hat Trick, de paso. Como para no verlo.
No verlo fue lo que hizo la mayoría de la afición. Un estadio desangelado, medio vacío, mostrando la inconformidad y la falta de compromiso, la ausencia de respaldo y el talante triunfalista de la supuesta «mejor afición» del país.
Si en mitad de tabla y en un clásico con el Caracas, más de la mitad de la gente se queda en casa, que nos espera si pasa lo de River. Si en un momento no deseado caemos a segunda. Es previsible, posible, que el equipo desaparezca por inanición. La afición lo alimenta y lo fortalece.
Pero la afición se demuestra más en las malas.
Contra los «rojos del Ávila»
Nos damos cuenta de que los «rojos» son del «Ávila», pero en la geografía oficialista el Ávila no existe. El cerro, o sea, la montaña, fue borrada y sustituida por otra que se llama Guaraira Repano.
Ahí sigue el equipo de la cota 905. Esa escuadra que se asoma a lo que debe ser realmente, un club. Es lo más aproximado a una institución que existe en Venezuela. Una trayectoria más estable y de éxito, sostenida en el tiempo, y firme en el entorno nacional.
Nos duele a los tachirenses, a los seguidores de nuestro Táchira, que el Caracas esté siempre peleando con fundamente y constancia los primeros lugares de la tabla, mientras los nuestros terminan limitando el campeonato a ver qué le podemos hacer a esos sifrinos, a esos arribistas «sin tradición».
La tradición se la han fabricado a pulso, mientras nuestro aurinegro club va dando traspies y no consolida una temporada como la de aquella época dorada de los 80 y 90.
Sólo nos queda el que han denominado «clásico moderno», nombre que quién sabe de donde habrá sacado algún iluminado. Se que existió y existe el derby contra Estudiantes, pero este con el Caracas es el propio del fútbol nacional. El que mueve multitudes y el que es capaz de hacer voltear la cabeza a la prensa nacional, tan a la espalda de nuestro fútbol.
Llega de nuevo el verdadero «clásico». El que hay que ganar aunque Táchira esté, otra vez, a mitad de tabla, mientras el Caracas peleaba la punta, siempre candidato. Arriba este derby en el momento en que ya está definido el torneo, así que será de aquellos partidos que vale la pena ver porque sólo se pelea por el honor y no por una posición en la clasificación.
Espero que nos dé mucha satisfacción y que volvamos al rumbo sólido e histórico.