Desde los tiempos de Farías no ha sido posible ver a un Táchira capaz de imponer presencia tanto en Pueblo Nuevo como en terrenos foráneos. No es que se pretenda menospreciar a Barcelona de Guayaquil, un equipo, un club tradicional ecuatoriano, que además ha sido finalista de la Libertadores. Es que es doloroso reseñar una derrota por goleada en tiempos en los que estos resultados parecen cada vez más extraños. La realidad es otra, por lo que se ve.
El Barcelona nos metió 5 en el Monumental. Seguramente las crónicas dirán que no se mereció, que el equipo no se encontró, que el árbitro provocó inequidad en la justicia, u otros lugares tan, pero tan comunes. ¡O no!: Quizás el resultado es la exposición ineludible y realista de un nivel deportivo mediocre, que impide ganar de local a equipos de países de potencia similar a Venezuela, nivel que también convierte sólo en sueños aspirar a un resultado honroso, como dicen los beisbolistas, en la carretera.
Le tema requiere revisión, pero veo difícil que nuestro Deportivo Táchira salga del marasmo en el que se encuentra y que limita nuestra figuración nacional e internacional. Al menos respeto podríamos despertar.
Derrota de nuevo
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