La falta de continuidad

Me da pena ver que año tras año, torneo tras torneo, se manifiesta la falta de continuidad deportiva. Dos derrotas seguidas, una de ellas en casa, y la eliminación en Copa Venezuela, hacen trastabillar los anhelos de los verdaderos aficionados, así como de aquellos que no siéndolo tanto, pujan porque nuestro Deportivo Táchira recupere la solidez y el respeto nacional.

Se que ha sido un traspiés en lo que hasta ayer parecía una sólida campaña que por fin nos llevaría a ganar un torneo con holgura y sin aspavientos. Sin el miedo del soplo en la nuca de los perseguidores, que al final, si nos pasan y ganan, será porque lo merecen, pero también porque hemos aflojado en etapas como la de ahora. Esa falta de fuelle.
El fuelle, como lo llamamos, lo da una estructura compacta y fuerte. Tener «fondo de armario», tener recambios en la banca que suplan las posibles debilidades o pérdidas de balance individual que normalmente ocurren en torneos de envergadura, torneos exigentes, largos o de ambas características.

Pero el fondo no solo lo proporciona tener calidad en la titular y en la suplencia, sino también la entereza, la personalidad, la fortaleza psicológica y física para afrontar viajes, canchas defectuosas, potreros, presión mediática o aficiones hostiles.
Tropezar no significa caer, pero si se cae hay que tener fuerza y ánimo para levantarse y seguir. Esa es la diferencia entre los grandes equipos y los clubes término medio. Estos últimos ante la primera adversidad entran en una espiral de errores, fallas y derrotas que los lanzan a lo profundo de la tabla, a zonas donde no es posible aspirar a más que terminar el campeonato para ir a preparar el otro, y con suerte evitar el peligro del descenso.