Basta que elogiemos al equipo y que la esperanza se siembre entre la afición que mejor vive el fútbol en Venezuela, para que la realidad nos haga tomar tierra. Volver a los vericuetos, a entender que la ruta no es fácil. Asumir que hay rivales que también tienen aspiraciones, con aficiones que apoyan y aspiran a que sus clubes también figuren y elementos imponderables que modifican las circunstancias.
Hay muchas razones y condiciones que determinan la evolución de un partido y de un torneo. El tiempo como concepto meteorológico, el terreno de juego, el cansancio, la concentración, la temperatura ambiental, el ambiente previo, la actitud del equipo o los árbitros. Uno de estos elementos o varios combinados influyen en las confrontaciones y en la resolución del partido.
La actitud es determinante. Pueden los jugadores creerse invencibles, menospreciar al rival o sobrestimar al contrario. El cuerpo técnico no está exento de este «virus», estableciendo un planteamiento táctico inefectivo, y mostrando incapacidad para modificarlo durante el encuentro. La diferencia entre un buen técnico y uno regular – regular en el sentido estándar, que no destaca sobre el resto – es justamente que el primero es capaz de sacar a jugar opciones que impongan giros en la justa con consecuencias en el resultado.
Esperemos que el resultado ante el Anzoátegui sea sólo un tropezón sin importancia o con la justa importancia de alertar ante un camino hacia el triunfo final que no es sencillo pero que ha empezado bien.