El Deportivo Táchira ha vuelto a caer a las zonas templadas de la tabla de posiciones a falta de 7 jornadas para terminar el Clausura de este año. En esta ocasión sin embargo, han jugado un papel preponderante eventos extra-futbolísticos, políticos y sociales, de los cuales el Táchira no podía escapar. En San Cristóbal estuvo el germen de la protesta ciudadana contra el régimen que malgobierna Venezuela y nuestro Deportivo fue fiel a su región.
Una falta a una promesa, a un compromiso de honor hizo que se perdiera un juego por forfait y otra derrota de visitante nos ha puesto a 10 puntos del líder. Afortunadamente uno de los 7 juegos que quedan es contra Trujillanos, que comanda la Tabla de Posiciones, así que en ese momento se podrá aminorar la ventaja que nos llevan.
Es lamentable llegar a estas etapas del torneo y tener tan poca oportunidad de triunfar. El poco peso del Deportivo Táchira en el futbol nacional es evidente y paradójicamente aplastante, tanto en lo deportivo como en lo político. Esto último no tendría importancia si se sacara provecho a una organización disciplinada y constante que permitiera un continuo flujo de cantera hacia las divisiones profesionales.
Aunque ahora exista un surgimiento de la atención al torneo en otros estados, en otras ciudades, San Cristóbal y el Estado Táchira siguen teniendo la ventaja que da el añejamiento en barricas del mejor roble, la influencia colombiana y las fuertes raíces en los fértiles suelos de la práctica constante y extendida del futbol.
Posiblemente el aislamiento al que están sometidos San Cristóbal y el resto del estado no permita el desarrollo del equipo profesional más allá de lo que tenemos. Es una manifestación más de los obstáculos al desarrollo de la región, puestos por el centralismo y la falta de políticas socioeconómicas correctas.
Como la educación, la ciencia o la cultura, el deporte también está aislado y con una bota encima que les impide desarrollarse y aflorar.
Creo que es la propia justificación de la protesta y la falta de resignación de los tachirenses, que han llegado a este estado de desesperación que es visible ahora internacionalmente.