La peor derrota que se puede sufrir acaba de ocurrir. En nuestro Pueblo Nuevo, en nuestro templo. Un 1 a 3 y con Hat Trick, de paso. Como para no verlo.
No verlo fue lo que hizo la mayoría de la afición. Un estadio desangelado, medio vacío, mostrando la inconformidad y la falta de compromiso, la ausencia de respaldo y el talante triunfalista de la supuesta «mejor afición» del país.
Si en mitad de tabla y en un clásico con el Caracas, más de la mitad de la gente se queda en casa, que nos espera si pasa lo de River. Si en un momento no deseado caemos a segunda. Es previsible, posible, que el equipo desaparezca por inanición. La afición lo alimenta y lo fortalece.
Pero la afición se demuestra más en las malas.