Los nombres de los equipos argentinos

Los nombres de los equipos argentinos de futbol constituyen un capítulo en la historia del futbol mundial. Tienen un toque de tradicionalidad, romanticismo, localía y originalidad. Los equipos argentinos tienen nombres como en ninguna otra parte, sobre todo porque esos clubes conformaban una de las ligas más poderosas del planeta.
Estos nombres despertaban la imaginación, lo que permitía viajar mentalmente a regiones remotas de América, de la pampa o de las regiones sureñas del cono meridional, tierras de gauchos, tango y porteños. Pero también ciudades lejanas con historia e identidad propia.

Las culturas imaginarias

Es como cuando se escribe un cuento de pueblos y culturas imaginarias, del pasado o del futuro, de otros planetas y se asocia de manera marcada la región con las costumbres, la vestimenta, los alimentos y las actividades laborales, lúdicas y culturales. Argentina sería el país de los vulcanos, los clingons, los hobbits o los elfos, en modo fubol, eso sí.
No es que quiera comparar cada ciudad o cada club con esos mundos imaginarios. Sólo intento caracterizar las impresiones que causaba leer acerca de Ferro, Talleres o Boca, Newells, River o Central.
Así como en el resto de Sudamérica los nombres predominantes tienen sus adjetivos como deportivo, atlético, sport club, o futbol club, y quizás sólo Colombia se acerque en esa tradición a nombres similares, dentro de los que entran el América, Millonarios o Junior, Argentina tiene ese punto más local y a la vez global de llevar un nombre como Talleres o Ferrocarril Oeste al ámbito internacional.

Ferrocarril y Talleres

Un club de fútbol llamado Ferrocarril Oeste hacía pensar inmediatamente en esa vía férrea corriendo hacia el oeste de Buenos Aires, hacia la frontera con Chile. Un tren a toda marcha llevado por una poderosa locomotora. Talleres de Córdoba eran patios industriales llenos de obreros vestidos de futbolistas, o futbolistas vestidos de obreros, dando martillo a clavos de acero, fundiendo metal o arreglando coches industriales.

Boca Juniors y River

Boca Juniors, La Boca, para nosotros al norte de América del Sur, no era un barrio, era el nombre de los colores azul y oro. Era la denominación de grandes gestas contra River, del barrio contra el dinero, de la bosta, del potrero, mientras que River Plate era el río de la plata, los elegantes e inmaculados. Era el poder en la ribera del poderoso río que da nombre a un país grande.

Newells y Rosario Central

Newell’s Old Boys era incluso difícil de pronunciar. Algunos decíamos «Niuls» porque no lo oíamos decir, sólo lo leíamos en las escasas y lejanas crónicas que nos llegaban desde el sur, que ávidos de información futbolística buscábamos todos los lunes. No era conciente de que estaba en Rosario, pero sí de su  condición de tradicional del futbol argentino. La impresión era de un equipo medio, luchador, cerrero, y cumplidor.
Rosario Central era eso, el equipo del centro. No había otra forma de relacionarlo, aunque luego vendría su enfrentamiento en Libertadores con nuestro gran Táchira del 87, ese que fue plantar cara por pirmera vez a la gran potencia. Los de esa generación nos acordamos de lo que tuvo que soportar Francovig, agobiado por las barras detrás de su portería en aquel partido que nos dejó fuera de la clasificación en esa copa.

Los dos de Avellaneda

El Racing Club, así pronunciado racing, no reicing, y el Club Atlético Independiente, son los equipos de la ciudad de Avellaneda. Avellaneda en el imaginario era una ciudad lejana de la capital. Después supe que estaba al sur de Buenos Aires y es parte de su provincia. Dos grandes clubes que tienen sus propias sedes sociales y estadios. Independiente como el Independiente de Colombia, así como el Racing Club como el Racing de Santander de España. A veces costaba diferenciar uno del otro y saber de cuál se hablaba, porque la información era escasa.Uno de franjas verticales blanquicelestes como la selección, y el otro rojo y short negro. Este último se llevó 3 goles en esa misma Libertadores del 87 en aquel apoteósico triunfo con gol de portería a portería incluído. Un partido memorable ante el «Rey de Copas» de Argentina.

Otros nombres singulares

San Lorenzo, Argentinos Juniors, Estudiantes de La Plata, Gimnasia y Esgrima, Huracán y Velez, son otros nombres asociados al fútbol argentino de siempre, formando parte de su ADN. No creo que se pueda hablar de futbol argentino sin nombrarlos.

Primer tropiezo en el Apertura 2014

Basta que elogiemos al equipo y que la esperanza se siembre entre la afición que mejor vive el fútbol en Venezuela, para que la realidad nos haga tomar tierra. Volver a los vericuetos, a entender que la ruta no es fácil. Asumir que hay rivales que también tienen aspiraciones, con aficiones que apoyan y aspiran a que sus clubes también figuren y elementos imponderables que modifican las circunstancias.

Hay muchas razones y condiciones que determinan la evolución de un partido y de un torneo. El tiempo como concepto meteorológico, el terreno de juego, el cansancio, la concentración, la temperatura ambiental, el ambiente previo, la actitud del equipo o los árbitros. Uno de estos elementos o varios combinados influyen en las confrontaciones y en la resolución del partido.
La actitud es determinante. Pueden los jugadores creerse invencibles, menospreciar al rival o sobrestimar al contrario. El cuerpo técnico no está exento de este «virus», estableciendo un planteamiento táctico inefectivo, y mostrando incapacidad para modificarlo durante el encuentro. La diferencia entre un buen técnico y uno regular – regular en el sentido estándar, que no destaca sobre el resto – es justamente que el primero es capaz de sacar a jugar opciones que impongan giros en la justa con consecuencias en el resultado. 
Esperemos que el resultado ante el Anzoátegui sea sólo un tropezón sin importancia o con la justa importancia de alertar ante un camino hacia el triunfo final que no es sencillo pero que ha empezado bien. 

Gelmin Rivas, la mejor demostración una gran plantilla

Hoy el Deportivo Táchira juega con el Anzoátegui. El equipo parece enchufado, especialmente Gelmin Rivas, delantero cumanés quien lleva 32 goles desde que viste la camiseta aurinegra. 

En el Apertura lleva 7 goles, los dos últimos de gran factura. Una gran pared y una entrada imponente desde la media luna entre los dos centrales orientando el balón para dejar regados a los defensas y batir al portero de Tucanes de manera determinante, lleva firma de un jugador que debe aspirar a más y tiene un potencial inmenso de acceder a ligas de mayor envergadura. 
Se nota una gran forma física, lo que indica un gran trabajo y mucha disciplina. Creo que el Táchira sacará grandes réditos de esta plantilla que se consolida como equipo en este torneo y enfila su proa al puerto de la cúspide del torneo. 

Cuando San Cristóbal era la capital de fútbol en Venezuela

Desde comienzos de siglo el dominio del Deportivo Táchira no ha sido el mismo. El Caracas FC surgió como potencia, a nuestro pesar, y empezó a dominar dando lugar a la gran rivalidad que puede palparse entre el fútbol de los Andes y el del Caracas. No podemos hablar por regiones porque equipos como Italia o Galicia antes, y Deportivo Petare ahora no portan galones suficientes para ser considerados.
Lo que era el templo sagrado del fútbol nacional, el glorioso Polideportivo de Pueblo Nuevo, fue «profanado» varias veces por equipos cuyos jugadores y directivos nunca hubieran pensado aunque sí soñado hacerlo.
Ir a Pueblo Nuevo era visitar otro país. San Cristóbal era el paraíso futbolístico, donde los sueños del mundo del fútbol se cumplían, donde respirabas realmente balompié. Incluso más que en cualquier ciudad de Europa, tanto como en Colombia, pero con una virtud: No existía violencia ni influencias económicas oscuras. Era un territorio futbolístico genuino en el que la rivalidad, la preparación del partido, los comentarios de los múltiples programas deportivos se basaban en lo futbolístico.
Era la época en la que te podías molestar con lo que dijera Manolo Dávila, el sumo sacerdote de las ondas, pero seguías oyendo su programa para que hirviera la hiel. Podías reírte del esfuerzo de Jairo Adolfo para parecerse al Dr. Vélez, ¿o era Vélez el que se parecía a Jairo?
No había enfrentamientos. Podía haber alguna pelea en la popular, o incluso en la principal, pero ni siquiera era necesaria la intervención policial porque las cosas se resolvían rápido o las resolvía el propio público que a su manera exigía respeto y respetaba el espectáculo. Luego la fiesta seguía en la grada, porque era más importante ver el partido, analizarlo, disfrutarlo, alentar, sufrir, beberse toda la existencia de cerveza (Polar o Nacional) que llegar a quemar un autobús o violentar la salida de un equipo del estadio.

Táchira, el equipo de Venezuela

En los 80′ nuestro Táchira se paseaba por los estadios del país sembrando temor y respeto. Un poquito de envidia también. Eras los tiempos de William Méndez, Miguel Oswaldo, Socarrás, «Coco» Arroyo, y Francovig, Laureano y Maldonado. Un equipazo desde la portería hasta el 9.
El resto de equipos de la liga se frotaban las manos porque además de respeto y miedo, el Táchira les ofrecía una jugosa entrada en cada visita, en términos monetarios. Aunque no consta ni era tema principal en esa época, se notaba la satisfacción por la visita del Deportivo o Unión Atlético Táchira, el carrusel aurinegro, en cada plaza del torneo. Desde Margarita hasta Coro, pasando por Cumaná o Puerto Ordaz, Táchira arrastraba gente. Tanto los gochos desperdigados por toda Venezuela como los aficionados locales que querían ver un equipo que de verdad jugaba bien.
Táchira era «el equipo de Venezuela». En San Cristóbal se jugaba futbol sobre otros parámetros diferentes a la marginalidad e inopia que se vivía en el resto del país. La marginalidad no era principalmente económica, que también la había y en bruto, sino socio-cultural. El fútbol venezolano estaba arrojado a los rincones polvorientos y olvidados de las páginas interiores de algún periódico de alcance nacional. Alguna radio se aventuraba, sobre todo en Guayana, pero el gran peso consolidado estaba en Mérida y San Cristóbal.
Ya he comentado antes lo que era el futbol venezolano para la televisión nacional. Por no contar, no mencionaban ni siquiera los resultados de los partidos.
El fútbol venezolano era un fantasma a pesar de que era y es el deporte más practicado en el país, desde hacía muchos años, aún antes del beisbol y a pesar del mismo. Esta es una verdad demostrable estadística, demográfica y culturalmente. En amplias regiones de Venezuela prevalece el futbol sobre el beisbol. Sin denostar de este último, del cual somos muchos los aficionados fervientes entre los que preferimos al fútbol en primer lugar, está claro que la liga venezolana de beisbol es un ente restrictivo, selecto, pequeño y dependiente absolutamente de una liga de mayor envergadura, al punto de que ésta es la que dispone de los participantes determinando su devenir deportivo. La LVBP termina siendo una confederación híbrida en la que comparten grandesligas venidos a menos, novatos, triple A, clase A «suave», e inclasificables pues ya no tienen acceso a la organización MLB. El peso mediático y publicitario sin embargo lo tuvo el beisbol durante mucho tiempo hasta la explosión del futbol a finales de los 90.

Un árbitro se puede cargar un partido

Un árbitro se puede cargar un partido es una máxima del futbol, corolario de cualquier otra que tenga que ver con tendencias, manipulaciones, manejos turbios, maletines o barras bravas. Decir eso implica aceptar que un árbitro puede acomodarlo, de la forma en que se quiera interpretar esa palabra, sin desmedro de ninguna de las acepciones de este vocablo.
Se sabe, se acepta, se asume y se tira con ello adelante. Es una verdad aplastante que desbarata toda intención reformadora implicita en un planteamiento táctico o en una actitud del equipo ante el partido a afrontar. No tiene qué ver con las condiciones del terreno, el pasto, la grada, la furibundez del público o la apatía del soberano. No hay factor climático que cambie esto, como no hay evento político que pueda distorsionar este dogma.
Todo está en el individuo, todo depende de la persona vestida de corto, sea su camisa amarilla, naranja, roja, azul o la tradicional negra, que lleva un silbato en una mano y el cronómetro en la otra. Así esta establecido desde el principio de los tiempos. No ha habido medida, directriz, mandato o norma que haya cambiado eso ni que pretenda cambiarlo.
Es una filosofía propia y absoluta de los sumos sacerdotes, de la etérea ley que rige la competición, que no es la establecida por FIFA, UEFA o Conmebol. Por el contrario, es un dogma en rango de fé. Ha resistido los intentos vanos de modernización y racionalización, las rebeliones, las cruzadas, los alzamientos, los dislates, los gritos, las campañas o las malcriadeces. Se mantiene impertérrita a pesar del avance tecnológico y las capitulaciones de otros deportes.
La decisión, la justicia, el veredicto son temas de uno solo e indisoluble, implacable y tenaz, a pesar de estar asistido por 2, 3 y hasta 4 que fueron y serán como él, por lo que compartirán sus razones y fallos, sin admitir ni corregir el error, que por definición no existe.
Un árbitro se puede cargar un partido o puede acomodarlo, de buenas o malas maneras, sin temblor, sin temor, sin fragilidad de juicio ni gelatinidad en el mazo de su particular tribunal. Aún con equipos equilibrados, compensados, equiparables, el resultado y el desarrollo del partido puede derivar en una clara tendencia sólo por el punto de vista de un individuo. No importan la tradición, la confianza o la historia. Importan menos la preparación, la habilidad o la maestría.
A pesar de su posición de gran juez, el árbitro es un humano que toma decisiones en escasas particulas de un segundo, bajo el escrutinio de un espectro que va desde el mínimo grupo de al menos 22 personas bajo su mando, hasta la mirada de 100 mil, un millón o mil millones de personas, en una ciénaga de posibles intentos de trucos y engaños, sin capacidad para rectificar. El destino de un partido, de un torneo, de 4 años, puede depender de un silbato de más o de su ausencia.

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La primera semana del Mundial Brasil 2014

Este mundial me está gustando. Luego de un inicio poco auspicioso, con ese penal-regalo flagrante al anfitrión, al asunto rápidamente parece haberse encarrilado. Hemos podido ver partidos realmente espectaculares con la probable excepción del Irán – Nigeria. No hablaré del España – Holanda, porque pensaba que era un claro accidente, una singularidad en la línea espacio-temporal futbolística. Ese tipo de evento que, como se mal traduce del inglés, ocurre raramente en un universo estadístico. Posiblemente España y Holanda podrían enfrentarse 100 veces más este año sin repetir esa diferencia tan amplia. Sin embargo, el partido Chile – España, que justamente ganó la roja original, es la demostración de la falta de entrega, compromiso y desazón que cundió en los seleccionados españoles desde antes del comienzo del mundial.
Pocas veces estoy futbolísticamente de acuerdo con Xabi Alonso, pero al final del partido dijo algo razonable: España agotó su cuota de alegría. Es posible que haya sido eso lo que pasó. relajación luego de ganar todo lo que había que ganar. La Confederaciones no cuenta porque es una copa menor, todos lo sabemos, no obstante haber llegado a la final hace un año. Pero ya había señales en los amistosos de preparación. Una selección capaz de pasarle por encima a cualquiera, que sólo recibió 3 goles en toda la eliminatoria, fase que cabalgó como se dice en términos hípicos, que ha liderado el ranking FIFA, que tiene jugadores que juegan en la élite de todo el mundo, termina recibiendo 7 goles en 2 partidos y anotando uno solo y de penal. Se han planteado muchas explicaciones a esta real debacle pero no se ha asomado la posibilidad del descontento y la fractura que significó insistir en convocar y luego llevar a Diego Costa. Su final de temporada y su ridículo en las finales de Champions y Copa ya presagiaban algo.
Este post no iba de España, sino de la primera semana del mundial brasileño, que nos ha dejado partidos para recordar. Encuentros realmente satisfactorios con muchas emociones, idas y venidas, ataques, planteamientos tácticos, movimientos de sustituciones, equilibrio y goles. Porteros solventes y juego de equipo.
La actuación superlativa de Memo Ochoa, la integración de Holanda, el planteamiento táctico de Chile con su disciplina y entrega, la ausencia de dependencia de Colombia de algún nombre – ¿Quién se acuerda de Falcao hoy? -, los cambios de Pinto para conducir a Costa Rica a su victoria, el gol de Dempsey a los 30 segundos, son apenas algunas cosas de las que me acuerdo y que han sucedido en esta primera semana.
Se que lo extrafutbolístico podría empañar este campeonato. Seguramente el gobierno brasileño hará lo posible por atenuar la repercusión de estos hechos, pero es lo que tiene pretender ser un país desarrollado sin haber «llenado» todos los requisitos, sin cumplir los deberes, manteniendo los extremos desequilibrios sociales de estas economías denominadas «emergentes».
La FIFA está empeñada en promover el fútbol aún más, si cabe. No hay duda del carácter económico de la actividad futbolística profesional: Es un negocio y la FIFA quiere manejarlo como tal. También es claramente una actividad social y se que en los objetivos de la FIFA está la promoción del mismo como complemento lúdico y formativo. Seguramente pretende compensar e implicar a todas las naciones posibles. Con esto en mente a veces termina cometiendo errores como éste, como el de Rusia o el de Catar. Por ahí, medio arrepentidos, tantean ahora si España estaría dispuesta a organizar el de 2022 o los olímpicos de 2016 porque «claro, España tiene todo hecho». Eso lo sabía la Fifa el año en que otorgó la sede a Catar y el Comité Olímpico el día que concedió la sede a Río.
Es el peso de lo económico, del negocio.

29 años después, porqué no fuimos al mundial

A cuenta de la entrada de ayer, de la conmemoración de esa fecha histórica para el fútbol venezolano, y con la distancia temporal de por medio, un lapso de 29 años permite sacar conclusiones y explicar cosas.
Ver ambos videos me permitió entender muchas cosas que en el fragor juvenil y fanático no veíamos en 1985.
Era tal el deseo de que Venezuela fuera al mundial, que daba para pensar que ese mundial de México podría ser el del debut mundialista, que la preparación había sido suficiente, que el grupo que nos había tocado no era tan duro al final pues tanto Perú como Colombia eran rivales de escasa ventaja respecto a nosotros, que de nuestro grupo clasificaban 3, así que estando Argentina bastaba ser tercero, que ya después en la repesca nos apañaríamos contra Paraguay, Chile y Colombia o Perú, y que la base de la selección, Táchira y Marítimo, estaban haciendo las cosas bastante bien tanto en el torneo nacional como en la Libertadores, y se tenía los mejores jugadores de la historia de Venezuela, con Perdón de «Mendocita».
Lamentablemente, como ocurrió en las eliminatorias posteriores, nos hundimos en nuestra propia subestimación del potencial real, en nuestra propia sobrestimación de nuestras posibilidades, y en la ciénaga de los errores casi infantiles cometidos en grupo o a título individual.
Basta ver el comportamiento del equipo en los tiros libres. De qué otra forma nos iba a marcar Argentina, teniendo a Pasarella, a Maradona, etc. Sustos dimos a los prepotentes argentinos futuros campeones y con el mejor jugador del mundo. Sustos le dimos al portero campeón de 1978.
Pero qué clase de portero era Baena. Qué hacía en la portería de la selección, cuando todos los que seguíamos el fútbol venezolano sabíamos que él no era la mejor opción. Lo sabíamos y sin embargo apoyamos a la selección en Pueblo Nuevo y desde cualquier punto del mundo. A pesar del disparo de aviso de Añor, del golazo de René Torres, y del gol de Hebert Márquez, quien era un nueve nueve – después iría al Marítimo de Funchal de la Liga Portuguesa – los errores defensivos nos hundieron.
Que alguien me explique cómo es que Baena no fue capaz de parar el tiro libre de Maradona del primer gol. Un auténtico «chorro de pus» y sin embargo entró. Sólo hubiera sido peor si le hubiera pasado por debajo del cuerpo. No me salgan ahora conque «picó delante y cogió más velocidad». Era parable. Pero bueno, aceptemos que el gol era imparable, como imparable sí fue el segundo de Argentina a tiro de Pasarella. Prácticamente un penal, porque la puerta que dejó Baena no era un pequeño espacio. Era un portón totalmente abierto. Cuando se ve el tiro en la repetición en la toma frontal ¿Qué hace la barrera a la izquierda de la pelota? ¿Qué hace Baena en el centro de la portería? Hay por lo menos 3,5 metros entre Baena y el bajante izquierdo. Fue un juego de niños para Pasarella quien seguro no se podía creer la facilidad que le dieron para meter su gol.
Por esas razones básicas, esos errores de principiante es que no íbamos a ningún mundial. Porque es un tema de organización, amiguismo, influencias, palancas y enchufes. Jugadores palanqueados que no deberían estar y otros de mejor calidad que no estaban en la selección por temas de «quítame esta paja». Así no se podía y así no se puede.

a 29 años del partido Venezuela Argentina en San Cristóbal

Hoy justamente se cumplen 29 años de aquel memorable partido entre Venezuela y Argentina por las eliminatorias para el Mundial de México 86. Ese partido me tocó verlo en Mérida, donde me encontraba estudiando, pero además era miembro de la orquesta del Festival Pampero de la música de Los Andes. Tocaríamos esa noche las 12 canciones apoyando a los cantantes en un Festival patrocinado por Industrias Pampero. El Festival fue transmitido por televisión, presentado por Simón Díaz y lo ganó Nelson Hernández, cantante tachirense muy conocido con la canción «Media luna andina».
Fue un 26 de mayo de 1986. Venezuela formaba parte del grupo junto a Argentina, Perú y Colombia. En ese tiempo la eliminatoria sudamericana se llevaba a cabo por grupos, de los que clasificaba el primero de cada uno. Los segundos de cada grupo más el tercero del grupo de Venezuela jugaron una repesca. Venezuela preparó con bastante conciencia esa eliminatoria bajo el mando de Walter «El Cata» Roque. Varios meses de concentraciones en San Cristóbal y aledaños como cuartel general y Pueblo Nuevo como sede y templo de la selección.
Faltaba mucho para que Venezuela consiguiera los resultados que empezaron con Pastoriza, pero la esperanza de los que éramos verdaderos seguidores, esos que estábamos pendientes del fútbol cuando nadie en Venezuela sabia nada del fútil profesional, siempre existía y se renovaba eliminatoria tras eliminatoria.
Cuando René Torres marcó uno de los mejores goles de la historia de Venezuela, contra la selección que un año después sería campeona del mundo por el mismo marcador en Pueblo Nuevo, que el de la final del Azteca, la alegría estremeció cada rincón de los andes.
A mi lado en un sofá del Hotel La Pedregosa de Mérida y frente a aquella pantalla gigante cuadrada de 70 pulgadas que sólo había en establecimientos como hoteles o restaurantes, o de gente con mucho dinero, de esas que eran del tamaño de bibliotecas y funcionaban mediante la proyección de 3 haces de luz (rojo, verde y azul, estaba Simón Díaz quien celebró como todos el gran gol que nos ponía en la ilusión, quebrada después por la presencia de Maradona.
Por cierto, Maradona jugó ese partido porque se presionó para que lo hiciera, pues estaba sancionado desde el mundial anterior por aquella artera patada a Batista en el partido contra Brasil de la segunda fase del Mundial de España 82. Aunque nos perjudicaba, la televisión y la organización local logró que Maradona jugara, y nos metió 2 goles. Aquí dos versiones en video de ese histórico día.