Desde la distancia, Manolo Contreras ha sido siempre el apaga-fuegos, el suplente eterno en el banquillo. El cubre-huecos del puesto de técnico. También se ve como el hombre que siempre está ahí para sufrir los valles de la curva de éxitos y fracasos del club.
Pero desde la distancia, también, es un incondicional de la bandera aurinegra. No se, ni tengo pruebas en contrario, si al señor Contreras le han ofrecido puestos en otros clubes, o si él ha pensado en ir a otras regiones, otros rumbos, otros proyectos. Quizás sí, pero ahora mismo no recuerdo su presencia con otro traje que no sea el negriamarillo. Siempre como segunda, tercera o última opción, y siempre como reemplazo de los proyectos fallidos. Fallidos porque realmente no funcionaron o fallidos porque no los dejaron desarrollarse.
Reconozcamos que siempre está ahí, y termina dirigiendo, termina salvando, o termina llevando el barco a puerto, a tropezones a veces, en ocasiones con tranquilidad, permitiendo el tranquilo resoplido de alivio.
Aceptemos además que carece de lo que algunos llaman «angel» y otros llaman «carisma». Ascendencia sobre la plantilla si parece lograr cuando se encarga de la dirección técnica, pero como que no es muy duradera, o no se proyecta extensamente en el tiempo a futuro. Parece faltarle el punto ese mediático que tienen otros candidatos al puesto.
Evidentemente no es lo mismo pensar en «Páez», Pintos, «Chuys», «Saragós», «Bolillos», etc, que en el siempre listo Manolo Contreras.