No es habitual en este blog hablar de otros equipos como tema principal. Recién ayer cumplimos el ritual de la resaca en este lado del mundo, luego del trasnocho infructuoso, o no, resultante del asomo a la ventana transcontinental para ver la final de la ConfeCup y sufrir unos, disfrutar otros, de la derrota de España ante Brasil.
Tal como algunos comentaristas, en retrospectiva inmediata, se dieron cuenta, Brasil ganó el partido desde el minuto 0. El partido fue la manifestación exacerbada del orgullo patrio, del primitivo sentido de propiedad y solidaridad colectiva guerrera. La llamada garra en su expresión finamente terminada. Brasil salió a «matar» y lo logró desde el primer minuto, literalmente. Es lo que tiene tener garra con recursos.
No era la típica película de Rocky ni el enfrentamiento de David contra Goliat. Brasil fue una orquesta bien afinada y de ejecutantes notables, sin virtuosos, que decidió ese día tocar con ganas desde el principio. Hacer su mejor interpretación y seguir al director sin salirse de la partitura.
Parece que España no esperaba este recital, esta actitud, lo que a este nivel de futbol, en los rangos de notable hacia arriba, es imperdonable, tal como ocurrió. Brasil no perdonó. No porque Brasil sea Brasil, que tambien es por eso, sino porque cualquier flaqueza a niveles de calidad tan altos se paga si el rival es capaz de aprovecharlos. España tuvo que escupir varias veces la sangre del labio partido contra la lona.
No se encontraban los de siempre, los que generan y los que resuelven. No se encontraban porque Brasil no les dejaba. No supieron manejar la presión agobiante a pesar de la mayor posesión de balón. Los brasileños se prodigaron como nunca.
Debo decir que ya había visto a Brasil presionar de esa manera. Fue en la eliminatoria para el mundial de Francia, en Pueblo Nuevo y contra un equipo de muchísimos menos recursos como era la Venezuela del 1996, que evidentemente ni siquiera ahora le llega a los talones a España. Ver como cada pase, cada toque, cada avance se estrellaba contra la jaula que conformaban 3 marcadores sobre el hombre que llevaba el balón era frustrante. Este domingo los brasileños anticipaban cada pase, cada regate, cada incursión, solo que en este caso era sobre los que sigo considerando los mejores futbolistas del mundo.
En ocasiones a España se le atragantan ciertos bocados, pero el partido del domingo no fue de esos. Fue una indigestión total porque su sistema digestivo no estaba preparado para tanta elaboración contraria.
Ramón Besa analizó muy bien el partido en El País. Estoy de acuerdo en la mayoría de sus conclusiones. Analizar el partido es lo que toca, pero es evidente en particular la falta de aptitud de Arbeloa para la selección española. Es verdad que no hay muchas opciones alternativas, pero aunque es un jugador de nivel alto, no llega con eso al del resto de sus compañeros. Al menos no en este momento que vive España en el último lustro.
Hay pocas opciones de sustitución de Arbeloa, pero incluso llegué a pensar durante el partido que daba igual tenerlo o no tenerlo, al punto de que si ni siquiera estorbaba, podría jugarse sin él. Otro jugador, en otro puesto, hubiera sido más rentable desde el punto de vista táctico-estratégico.
España ya perdió durante este lapso con Portugal y con Argentina, de manera estrepitosa e incontestable, aunque no en las mismas condiciones ni en el mismo contexto. Se acomodará todo el andamiaje, que tiene con qué, y terminará por llegar favorita al mismo Brasil dentro de un año.
Brasil, otro cantar, no hizo el torneo soñado en la esfera futbolística propiamente dicha, pero al final los resultados son los que determinan. Habrá que ver si la motivación, el entorno, la actitud, el bioritmo colectivo será el mismo y estará en su punto más alto. Yo creo que sí. Entonces el mundial de Brasil será para recordar.