Se acabó la eliminatoria para Venezuela. Hasta aquí llegamos. No fue posible, por muy duro que parezca, otra vez nos quedamos cortos. De haber ganado a Paraguay estaríamos ahora mismo empatados con Uruguay, pero con una diferencia de goles desfavorable.
Como lo dije en la entrada anterior, no nos descolgamos en la última fecha. Igual que en las anteriores eliminatorias, los puntos perdidos en casa, e incluso los perdidos de visitante, que podrían haberse ganado, nos quitaron la posibilidad de estar.
Es duro sentir la certeza de que tendremos que esperar cuatro años más. Podría hasta hacerse una película de la única selección sudamericana que no ha ido al mundial. Esta vez incluso le habíamos ganado a Paraguay en Asunción. Había que lograr lo mismo con estos últimos y con los demás.
Por cierto, fue extraña la actitud de Paraguay en este último partido. Entiendo que todavía existe en Sudamérica el sentimiento de considerar a Venezuela como la «cenicienta». Es una vergüenza perder con Venezuela, aunque esté en mitad de tabla y con posibilidades de clasificar. No obstante jugaron como si estuvieran arriesgando todo, como si optaran a un cupo, no ya de repesca sino de clasificación directa, cuando lo que realmente lograron fue dejar el último lugar. ¿Es posible que Paraguay estuviera «estimulado» de alguna forma de manera artificial? Entiendo el empuje emocional, el orgullo, de evitar la derrota con Venezuela, pero Paraguay es una selección que llegó a este partido en el último lugar de la tabla, sin perspectivas de ganar nada. Si fue solamente orgullo y ánimo genuino los felicito porque ni siquiera los equipos grandes tienen esa entrega cuando ya está todo decidido.
Esperemos que el nuevo proyecto, que seguro lo habrá, tenga el respaldo y surja desde el mediano éxito de este, y no desde el fondo.