Vivimos rodeados

Vivimos rodeados. Nos rodeamos, en primer lugar, de lo que queremos. Nos rodeamos de lo que nos hace seguros.

También vivimos rodeados de amenazas. En función de esas amenazas creamos muros, defensas. Cercas más o menos punzantes – picket fences -, vallas electrificadas o simples setos.

La información que recibimos es la que queremos. Buscamos permanecer en una zona de confort, de la cual forma parte, por supuesto, el contenido al que accedemos. Este está construido de acuerdo a nuestra posición política, esquema de valores, ética o gustos.

Las redes sociales, las grandes corporaciones, las estrategias de marketing, se basan en esta condición para alimentar ese sistema circundante. Sistema que termina englobando al individuo. La burbuja queda entonces establecida y solo es permeable a la información afín. Afín a gustos, creencias e ideas. La permeabilidad es selectiva, tanto por los algoritmos que se retroalimentan positivamente, como por propia decisión del individuo.

Las personas tienden a sobrevalorar y acoger los contenidos, noticias, postulados, que les son favorables y a rechazar los que no concuerdan con sus propios esquemas. Entonces la proporción de noticias e información que concuerda y complace las creencias y aspiraciones del individuo es mayor que las que son contrarias. No es un proceso atribuible solo a oscuros e intrincados protocolos diseñados por equipos de informática de grandes corporaciones de comercio.

Vivimos rodeados por quienes nos apoyan. Vivimos rodeados por aquellos que respaldan nuestra forma de pensar. No somos sujetos pasivos de una conspiración. No solo recibimos como si de cráteres sobre una superficie inerme se tratara. No es que no podamos hacer nada. Seleccionamos activamente. Permitimos lo que nos conviene y activamente filtramos lo que nos interesa. Nos rodeamos de aliados en esa empresa. Nuestros allegados tienden a pensar como nosotros.

Es así como la «burbuja» tiene canales selectivos y activos, que dejan pasar ciertas cosas, pero impiden el acercamiento de premisas que cuestionen nuestro sistema. Cuando estas se asoman a nuestros órganos receptores, tendemos a rechazarlas. Eso lo hacemos tanto nosotros como nuestro entorno, en una especie de simbiosis cooperativa.

Como resultado las posibilidades de cuestionamiento y cambio son más difíciles y remotas. Las opiniones que se forman entonces tienden a ser sesgadas y por tanto parcializadas.

Deja un comentario