Semana crucial para Venezuela

En Venezuela el régimen decide rechazar de manera violenta una protesta estudiantil, traicionando claramente los principios democráticos de tolerancia y libertad de expresión. Ha utilizado medios paramilitares, los llamados colectivos que han asumido como «defensores del proceso«, «defensores de la revolución» ante el avance de la derecha fascista a la que por otra parte siempre han considerado  una minoría sin ninguna ascendencia o poder sobre la opinión pública. Paradojas de los movimientos del tipo que rige a Venezuela, los opositores al «paraíso» siempre son minoritarios pero poderosos, están solos, pero tienen un apoyo paramilitar y de inteligencia exterior que sería capaz de derrocar gobiernos si no fuera por la defensa violenta buena que ellos, los que gobiernan, promueven.
Desconocer la disidencia, la diferencia de opinión y reprimirla son principios también evidentes y fundamentales de estos movimientos. Así como lo es la constante idea de establecer por cualquier medio su modo de actuar sobre cualquier otra opinión o forma de mandato.
La posición de estos grupos paramilitares y toda la verdadera caverna que les acompaña y respalda sería cómica si no fuera tan dramática en sus consecuencias y procederes. Son capaces de torturar y de matar de manera impune, portar armas de fuego, incluso de guerra, asumir la defensa de la revolución y de la constitución de acuerdo a su conveniencia, distraer recursos mediante el arbitrio, justificando cualquier salto de la ley en «la urgencia» o simplemente en su entender de lo que «es más necesario para el pueblo», su pueblo.
Justifican el tener armas y estar organizados como bandas o «colectivos» autonombrados defensores del legado del «ser supremo», del «gigante de américa», obrando según su propia idea del uso de los medios para lograr sus fines. Sin embargo, censuran que otros grupos antagónicos aleguen ahora lo que ellos alegaban antes como su base conceptual para haber atentado contra la Constitución 20 años atrás.
En medio de este movimiento sísmico desatado en Venezuela por los estudiantes, de quienes no se puede decir estén contaminados por los resabios de la llamada Cuarta República, porque la gran mayoría de estos estudiantes probablemente no habían entrado a la escolarización cuando Chávez llegó al poder, y llevan formándose dentro del sistema que ha impuesto el propio régimen, sistema en el que se ha tergiversado la historia, se ha modificado los programas de enseñanza de primaria y secundaria, se ha borrado fechas y se ha minimizado hechos históricos y políticos contemporáneos para adaptarlos a su «gloriosa gesta revolucionaria», el bloqueo informativo y la censura impiden a los mismos habitantes del país acceder a la información y contrastar versiones, negando el derecho a decidir.
Se entiende que este enfoque salvaje terminará siendo peligroso para el propio chavismo, o por lo menos perjudicial, porque servirá para ver la verdadera naturaleza de los que detentan el poder y reconocer que el verdadero fascismo es el que descansa en Miraflores y en los cuarteles.
Esta semana será decisiva porque Leopoldo López parece tener suficiente entereza y solidez moral para enfrentar al régimen en defensa de principios democráticos genuinos. La sociedad venezolana probablemente sigue sin estar preparada para líderes que ven más allá de sus propios intereses y que piensan en la transformación social y educativa como medio para lograr el desarrollo del país. No es suficiente que la clase media esté convencida, que no lo está porque sufre de la misma enfermedad en general, la ignorancia.
Mientras tanto, países vecinos toman un camino hacia el desarrollo y el bienestar de sus ciudadanos, deslastrándose de la monserga que ve imperialismo, capitalismo, neoliberalismo, dominación e intervencionismo en cada decisión que supuestamente terminará perjudicando al minusválido pobre pueblo latinoamericano, ese que en las teorías de la izquierda cepalista es un grupo de millones individuos, de un rebaño, incapaces de pensar y tomar decisiones y crecer de acuerdo a sus posibilidades y desarrollo. Colombia, Perú, Chile y México han establecido la Alianza del Pacífico y dan pasos, sin mucho ruido para establecer un mercado común, eliminar aranceles, para dar lugar al libre tránsito de sus ciudadanos y negociar en bloque en mejores condiciones, ya que son las economías más exitosas de Latinoamérica, producto de la estabilidad y de reformas positivas, así como de conceptos de estado más que de gobierno.