Paramilitar y Fascista

A cada momento se despierta en mi el cuestionamiento relacionado con el trato dado a los conceptos de fascismo, fascista y paramilitar en la elite gubernamental, estatal venezolana, especie de nomenklatura criolla de costuras visibles y “ranchificación”, “favelización” mental.
No entiendo cómo analistas políticos diversos y opinadores del área política, tanto profesionales como aficionados, aceptan sin discusión, y utilizan como fundamento de sus argumentaciones, la “matriz de opinión” generada por el régimen, incluyendo a las autoridades de los otros poderes supuestamente independientes – pero dependientes directa e irrevocablemente del gobernante venezolano. Utilizar esas “matrices”, argumentos o “lugares comunes”, constituye un facilismo poco profesional. Además impide o distorsiona la comprensión del fenómeno político por parte del público.
Es absurdo el que se plantee la existencia de fascismo ejercido, fuera de u opuesto a la autoridad. Existen partidos fascistas en todo el mundo, pensamiento fascista, prácticas quizás fascistas dentro de algún partido u organización, pero la historia demostró y demuestra que la práctica fascista es aplicable y perjudicial si la ejerce o la permite la autoridad o gobierno, sea de izquierda o derecha. La discriminación, la segregación racial o laboral, o clasista, la verdad única, son conceptos y eventos perjudiciales para la sociedad si los ejerce el gobierno o los permite (cuando no tiene autoridad).
Una fuerza para-militar sólo puede ser tal si está a favor, al lado o en apoyo a las fuerzas militares que por definición, pertenecen al estado, soportan y obedecen al gobierno, sin entrar en consideraciones sobre la constitucionalidad, legalidad o legitimidad de las acciones de ese gobierno. En consecuencia, esos movimientos son progubernamentales, como “las FBL”, “los círculos bolivarianos”, “los tupamaros”, los “carapaica”, etc, y cualquier movimiento contra el estado o gobierno puede ser “partisano”, “guerrillero”, “montonera”, pero no para-militar.
Uno de los grandes problemas que enfrenta el jefe de gobierno de Colombia es la “infiltración”, por llamarla de alguna manera, de los estamentos estatales por los paramilitares. Lo correcto es decir que parte de los miembros de su gobierno y fuerzas armadas apoyan, soportan o forman parte de las fuerzas paramilitares, cosa que sucede cuando se busca “resolver” el problema de la insurgencia, de la guerrilla, del narcotráfico por caminos sinuosos o directos, diferentes a la vía legal y constitucional.
Ningún analista ha sopesado la gravedad de mal definir conceptos. Uno de los problemas de la repetición de la historia, de volver a cometer errores, es la ignorancia, genuina o provocada, que lleva a retomar caminos ya transitados por la misma sociedad o por otras. La falta de conocimiento y comprensión de los fenómenos ocurridos y vividos es el principal soporte de la comisión de errores de manera recurrente. Las consecuencias de esto son inconmensurables y funestas para la sociedad. Resolver estas consecuencias, tratar de retomar el camino correcto es sumamente difícil y lleva muchísimos años, más que lo que requiere provocar los problemas, aunque estos los suscite un saco de buenas intenciones. La falta de claridad en los conceptos es parte deese proceso de ignorancia inducida, tan peligrosa o más que la genuina.