Los contratos de prácticas

Los contratos de prácticas minan la relación laboral inicial y futura. Cuál es el valor y solidez moral del pensamiento de los empresarios que deciden aplicar un esquema de contratación de jóvenes recién graduados en forma de prácticas. Los contratos de prácticas son una lacra dentro del sistema laboral.
Se trata de un sistema de trabajo que se acerca al empleo esclavo. En algunos casos el empleado se ve obligado a pagar una cuota única o mensual para que la empresa pueda celebrar un contrato de prácticas «avalado» por una «institución educativa» que permita obtener mano de obra casi esclava burlando el control del estado y los sindicatos.
El perverso esquema se ve potenciado por la necesidad del propio novato de «hacer currículo». Con la idea de acumular horas, días, meses de trabajo, el novato acepta este tipo de convenio porque al final podrá presentar estos lapsos trabajados como la experiencia exigida en un empleo al que aspirará y que le solicitará esa experiencia.
Los salarios son paupérrimos, francamente precarios y por supuesto insuficientes siquiera para cubrir las necesidades de traslado hacia y desde la empresa. No cubren de ningún modo la mínima necesidad de transporte o alimentación.
Por otra parte los requisitos exigidos al aspirante son altos, en el nivel de la sobrecalificación, así como también lo son las tareas impuestas, muchas de las cuales ya son insinuadas en la oferta de empleo. El novato o aspirante o practicante o pasante tiene que hacer labores claramente atribuibles a un profesional, por las que se debería, claro, remunerar un salario entero profesional. Es decir, exigen labores y responsabilidades de profesional pagando el monto irrisorio equivalente a un 5 o 10 por ciento de ese salario. El asunto es peor porque el empleado así contratado tampoco tiene cobertura sanitaria o de desempleo – está en prácticas, por supuesto.
Todos son cómplices. El empleador, el aspirante, las «instituciones» y el estado. La falta de vigilancia, la necesidad de empleo, la precariedad laboral y sindical son algunos de los factores que determinan la potenciación de estos esquemas claramente esclavistas.
Algunos sugieren que esto es consecuencia de la globalización, que los sistemas educativos no están formando a los profesionales de manera completa y requieren por tanto un periodo de prácticas para completar su formación, que la competencia es mayor porque hay más aspirantes y por tanto los requisitos para acceder a cualquier empleo son mayores, pero lo cierto es que muchos graduados bien preparados se quedan fuera del mercado o entran al mismo en condiciones desfavorables por la matriz creada de la supuesta escasez de oferta y «alta» demanda. El premio para el «agraciado» que pase la exigente criba es escaso e insultante.
Finalmente, la suspicacia no falta. Las empresas que reciben subvenciones o subsidios por este tipo de contratos precarísimos, como una forma de obtener un colchón económico que termina estimulando y perpetuando esta práctica, son frecuentes protagonistas del relato.
Es verdad, los jóvenes novatos necesitan el aprendizaje tutelado, la experiencia, las prácticas , pero es incomprensible que sociedades supuestamente avanzadas permitan y estimulen este retorno a las carencias, la ausencia de garantías y la explotación.
Este no es más que otro ingrediente del gran caldo del descontento social y la insatisfacción que se cuece lentamente hasta que hace hervor. Será tarde cuando se quiera bajar el fuego.

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