La representación social política

Tendría que existir una manera de establecer de manera correcta la real voluntad popular y cómo ésta se manifiesta en la conformación de los estratos jerárquicos de poder político.
Es una constante propuesta de los medios progresistas, de sociólogos, de cierta clase política, de aspirantes, de cuestionadores del llamado establishment y de ciertos analistas políticos el que la representación política sea fiel reflejo de la conformación social, racial, cultural, étnica pero no económica de la sociedad.
Es discriminativo de entrada este concepto. Es segregacionista. Se basa probablemente en la creencia de que el poder económico por su concepción y estructura no requiere representación política, y que esta última por el contrario es peligrosa, dañina, hostil y perjudicial para la sociedad. El poder económico posee los medios para establecer condiciones propicias y favorables a sus fines. Por tanto, es innecesario que ostenten también poder político. Es más, debe evitarse tal situación.
Sin embargo, la «clase económica alta», la «elite económica», en tanto ciudadanos, forma parte de la población, de la nación, de la sociedad. Por definición debería tomar parte en los mecanismos de decisión de una sociedad, y además ser sujeto u objeto como elegible en cualquier proceso que conlleve el acceso al poder, tanto en el ámbito local como nacional o supra-nacional. Los mecanismos para controlar que este poder no se desborde y se extralimite deberían figurar y actuar inmediatamente ocurra esta salida de cauce. Deberían ser lo suficientemente claros y comprendidos, y entrar en práctica sin traumas, o al menos sin provocar fracturas institucionales. Es obligación de la sociedad el controlar el curso político social.
Por la misma vía, una sociedad tiene que ser capaz de promover la participación de todos los ciudadanos en el desarrollo y conformación del poder en cuanto órganos que germinarán permanentemente en la distribución del bienestar social y en el crecimiento expansivo del espíritu constitucional, como expresión de los deseos y expectativas de alcance de esa misma sociedad. Hacia dónde va y hacia dónde quiere ir. Cómo quiere tratar y cómo trata a sus ciudadanos.
No es un decreto desde el alto nivel de decisión el que hace que una sociedad, unos ciudadanos elijan a sus representantes de manera heterogénea conforme a la manera como está conformada esa sociedad. Esto significa alterar el espíritu democrático y el peso del mérito personal o colectivo, el grado de preparación o el trabajo realizado para llegar a la meta, y obstaculizar el empeño, el camino de un individuo que aspira vocacionalmente a dirigir, o a controlar al dirigente.
También implicaría desconocer la voluntad ciudadana, porque no parece lícito «ordenar» a un grupo elector el tipo de opciones a escoger. No sería correcto desde el punto de vista legal, moral, ético, planificar e imponer a un estrato social, étnico o a una nación entera cómo seleccionar a sus representantes, a sus dirigentes o a sus delegados. Es lo que parecen pretender los proponentes de algunas teorías idealistas, y los críticos de ciertos resultados electorales en algunos países.
El considerar que la falta de representación de grupos étnicos, raciales, sociales, económicos, sexuales o de cualquier otra índole en la conformación de una fuerza política electa es responsabilidad del partido o corriente y no de la misma sociedad que eligió a esta fuerza, es también criticable en tanto y en cuanto exige de la población, del conjunto social, el acuerdo y la homogeneidad en busca precisamente la heterogeneidad. Pero encima alimenta la actitud de control, conducción, dirección y tutela sobre una sociedad tenida como políticamente minusválida.
Por otra parte, demandan de ciertas fuerzas políticas representaciones que no tienen, porque no es su objetivo, o su deseo, que seguramente van más allá estos últimos de la simple distribución social proporcional de etnicidad, orientación sexual o extracción socio-económica de los miembros electos.
La ideología es pensamiento, y la inclinación por cualquier modo de entender la política es independiente de la condición social, el carácter racial o el estado económico del individuo.
Finalmente, cómo pretender que la expresión pública de una determinada fuerza política sea equiparable a la expresión multiétnica o multicultural de una sociedad si esa misma sociedad ha sido incapaz de escoger basándose en ese mismo criterio, o simplemente no ha querido hacerlo como colectivo. Los grupos políticos electos no son la selección de fútbol de un país.