La izquierda perdida

He perdido el retrovisor de la izquierda. Siento una tendencia creciente e irrefrenable a asumir la individualidad, la autosuficiencia y la iniciativa, por delante de la falsa bondad, la justificación y el victimismo.
Es posible que el tránsito por la vida te empuje hacia las fronteras del liberalismo, aunque muchos de mis coetáneos persisten en su irrevocable apego a las ideas socialistas.

No creo que me haga totalmente liberal, pero entiendo que serlo no es egoísta. Muchos estados nominal o políticamente socialistas no lo son realmente o han logrado confluir sus tendencias en un híbrido que permite la coexistencia del libre mercado, pretendiendo su amortiguación con políticas colectivistas y cooperativas. De cualquier forma la actitud es hipócrita en términos individuales y sociales, porque en esos sistemas cierta libertad de elección permite «disfrutar» de los «lujos» capitalistas en un ambiente en el que se potencian las ventajas sociales.

Es el terreno para el populismo y el paternalismo lo que realmente corrompe el sistema. La pretensión de que el ciudadano es racional y socialmente minusválido, y requiere ser protegido ante las potenciales amenazas políticas, sanitarias, económicas, morales o legales, sesga la capacidad de elección e impide la real libertad. No hay espacio para elegir no ser o simplemente no elegir. Entonces el estado asume toda competencia que supuestamente sea beneficiosa para todos los ciudadanos e impone prácticas que tienen que ser obedecidas por los ciudadanos aunque no sean de su agrado. El estado protege en tanto padre magnánimo aunque el sujeto no quiera ser protegido. Dónde queda la propia voluntad, la libertad de elección, las convicciones más profundas o la individualidad defendida.

Igual este sentimiento es consecuencia o al menos está en consonancia con la crisis evidente de la izquierda mundial. En muchos países la llamada izquierda está tratando de amoldarse a la evolución social, comprender la globalización y mantener su posición, ante las amenazas de movimientos populistas, personalistas y mesiánicos que se alimentan de cualquier recurso o fuente ideológica que sea oportuna para explicar las bases y fundamentos de ese movimiento.

Es que muchos occidentales tenemos ese sentimiento que se explica en ese cuasiprincipio que sentencia que quien no es de izquierdas antes de los 40 no tiene corazón, pero quien sigue siendo izquierdista después de los 40 es que no tiene cabeza. ¿Poco romántico pero bastante pragmático?