La garantía de oportunidades

Un régimen político no satisfactorio o incluso perjudicial para los ciudadanos es el primer paso para establecer el movimiento de cambio del mismo. El estado se debe a la nación y debe procurar el bienestar mediante el cumplimiento de las leyes y la garantía de la igualdad de oportunidades.
La igualdad de oportunidades no es sólo un concepto económico, de ascenso social, de bienestar o supervivencia personal. Debería contemplarse en una forma global, como la oferta adecuada y óptima de servicios a partir del sistema sociopolítico, el acceso franco a ellos por parte de toda la población, sin discriminación excepto la propia del incumplimiento de los deberes, y aún en ese caso con un mínimo aceptable de derechos para aquellos que temporal o definitivamente no tienen acceso por sus propias decisiones o conductas a estos. Esta visión no se opone sino que es complementaria a cualquier tipo de ideología, sea esta liberal, progresista o conservadora, socialista o capitalista. Los medios a través de los cuales llegar a este estado de bienestar pueden ser diferentes e igualmente válidos, suficientemente virtuosos y sólidos.
La corrupción del sistema determina las desigualdades crecientes, el perjuicio de los ciudadanos y la falta de crecimiento social. En resumen los errores, incongruencias, defectos e incapacidad, así como la malversación de fondos, la falta de transparencia, la parcialidad en la aplicación de la justicia, la falta de representatividad y participación, la ausencia de principios, el dispendio, la disposición ilícita de los bienes de la nación son factores que roban derechos a los ciudadanos y por tanto los perjudican limitando así el acceso a las oportunidades.
El grupo político que pretenda dirigir una nación, representar a los ciudadanos o elegir los órganos de justicia, es decir, ejercer los poderes públicos en representación y por mandato del pueblo, debería mostrar un plan, más que un programa de gobierno. No sólo presentarse como sustituto del actual apoderado, sino como una real opción respaldada por un proyecto de su manera de hacer las cosas. Así mismo, no sólo es suficiente y necesario el proyecto, sino también la preparación demostrada de los individuos propuestos a todos los niveles y esferas del poder público.
En este momento no es requisito único presentar un fundamento ideológico sólido. Probablemente este sea un concepto evolucionado y dinámico, muchas de cuyas corrientes pueden tener incluso pinceladas o trazas, matices de otros espectros político-ideológicos con componentes económicos que sin embargo no desvirtúan la idea central de la propuesta.
¿Vale aquí el dicho de «mejor malo conocido que bueno por conocer»? ¿O aquel de Roosevelt sobre Somoza: «puede que sea un hijo de p…, pero es nuestro hijo de p…? En ese sentido hay quien plantea que quitar a los que están para poner a los mediocres que se oponen es inútil. ¿Vale la pena?
Lo seguro es que los ciudadanos deberían ser lo suficientemente responsables para escoger de manera consciente e informada a quienes determinaran la garantía de oportunidades mencionada al principio.