Fórmula 1

Recientemente ha habido una fuerte disputa entre los pilotos Alonso y Hamilton. A su vez, este enfrentamiento logró que surgieran corrientes de seguimiento a uno y a otro, aun entre los mismos comunicadores, comentaristas, y aficionados, por supuesto. Cada grupo interpreta declaraciones, conducta, comportamiento en pista y fuera de ella, según su particular visión, subyugada a la afición que sienten por uno u otro corredor. Dentro de los mismos españoles se encuentra divergencia. Mucha de esta divergencia se basa en la jerarquía de cada uno.
No hay duda de que Hamilton es talentoso, porque no puede atribuirse sólo al favorecimiento del equipo, al mayor respaldo de McLaren, el desempeño exitoso del muchacho durante todo este campeonato. Ha sido tan así, que Alonso ha debido recurrir a artimañas – que trataron de encubrir bajo la excusa de estrategias – para poder superarlo. Alonso también cumple con su dosis, buena, de talento. Por algo es campeón vigente, pero en la pista no ha podido superar a Hamilton. Lamentablemente todo esto ha sido opacado por ese cuento del espionaje. Un episodio obscuro, cuya explicación y evolución no ha sido satisfactoria, y que, evidentemente, tiene el riesgo potencial de destruir a la fórmula 1.