Elecciones en Venezuela como inflexión de su historia

El domingo 14 de abril de 2013 marca un momento histórico de inflexión en Venezuela. Es el momento de la decisión del rumbo a seguir, de establecer las condiciones para el futuro. Es un punto crítico de no retorno, al menos en las circunstancias actuales.
Es probable que en el futuro las condiciones se modifiquen sólo por agotamiento del modelo. Los procesos históricos no son infinitos, pero tampoco son uniformes en su duración. Esto aunque perogrullístico, es olvidado con frecuencia.
Los pueblos pueden equivocarse, pueden adaptarse a los cambios, pueden oponerse o simplemente vegetar en espera de algún fenómeno o evento que surja, a menos que sean espoleados por factores endógenos o exógenos. Factores que pueden surgir de la intención de las élites políticas o intelectuales de provocar un cambio, o de la interacción compleja de eventos que terminan en estallidos o destrucción activa o pasiva del sistema.
Venezuela, a pesar de la prédica patriótica permanente, que subraya su «condena al éxito», su «riqueza inmensa», su gente «buena y amable», realmente sufre un evidente y extremo deterioro político-social, cuya máxima expresión fue la elección de Hugo Chávez como presidente.
Hugo Chávez fue expresión de la involución de la democracia venezolana. Hugo Chávez fue presidente y produjo los cambios institucionales y la caída de las bases del estado, no por el deterioro sino por la renuncia de las instituciones a asumir su papel garantista, su rol de apuntalamiento y de basamento de la democracia como sistema, así como tampoco lo habían hecho antes, cuando se permitieron subyugar su conducta a la influencia de la «opinión pública».
Ese sometimiento al «viento social» es producto a su vez de la falta de fortaleza en la formación de los profesionales o magistrados de los 3 poderes públicos, de la falta de mantenimiento de la tradición republicana y de la ausencia de comprensión del poder del estado, del PODER PÚBLICO, sobre el deseo y las veleidades de los sujetos de ese poder.
Es posible que los individuos que detentan hoy el poder en Venezuela sean simple expresión de la sociedad en general, de manera global. Su conducta durante los 14 años que han permanecido en el gobierno se caracteriza por la ausencia de objetividad, justicia y fraternidad, como principios de acción estatal.
Es evidente que el «colchón» que ha significado el alto ingreso petrolero durante todo este período, el manejo financiero y el poderoso control cambiario les ha facilitado un modo de actuar que la mayor parte del tiempo se ha basado en la subjetividad y la falta de equilibrio o justicia.
Ese movimiento heterogéneo que es el chavismo genera fuertes simpatías en el mundo, básicamente por su prédica anti-sistema, algo anarquista y reivindicativa. Los medios y generadores de opinión en el mundo desarrollado y no tanto han recibido información filtrada, maquillada o incompleta, a partir de la cual han establecido premisas y afirmaciones que en muchos casos idealizan la figura y la gesta de la llamada «revolución chavista«.
la sociedad venezolana históricamente ha carecido de solidez. Ha estado enferma, como esas estructuras que ofrecen una apariencia de fortaleza pero que en su interior están siendo carcomidas de manera progresiva e inexorable. Probablemente esté tan enferma como muchas otras o quizás un poco más, porque sus bases no han sido completas. Aún durante la época del gran desarrollo del siglo XX, aprovechando el auge petrolero, persistían relaciones de tipo feudal, ausencia de derechos, desconocimiento de las leyes y ausencia de valores colectivos.
La supuesta «revolución» en lugar de corregir los defectos de una sociedad minusválida, los ha consolidado, con la salvedad de que los actuales individuos y grupos que detentan el poder eran parásitos del status anterior. Simplemente ha habido un intercambio de papeles.
Estos anteriores parásitos, ahora poderosos, además manifiestan una incapacidad primitiva para ejercer de manera óptima el gobierno. Sólo se mantienen en él porque una oposición a su vez inoperante, temerosa y fragmentada no ha fraguado hasta ahora un movimiento concreto que los desplace del mismo.
El dilema en el que está inmerso el país no es aquel tradicional de izquierda contra derecha, fascismo versus revolución, proletarios contra oligarcas. Frente al mezclote que conforma el movimiento chavista -ultraderecha, ultraizquierda, fascismo, comunismo, aprovechados, ladrones y corruptos –  y el futuro oscuro que proponen al país, disfrazado de buenas intenciones, hay que plantear las formas, las maneras correctas, planificadas y positivas de construir el pais.
Probablemente sea una estrategia exitosa el haber planteado la campaña desde el populismo frente al populismo. Pero esa estrategia no es más que la repetición del modelo político-electoralista antiguo. Puede ser legítimo y puede ser también que cualquier cosa valga para sacar a los chavistas del poder, para de esta manera enrumbar a Venezuela hacia el verdadero desarrollo sostenido, sólido y consistente, del que se beneficie toda la población, toda la sociedad. El asunto es que el verdadero nuevo dirigente debe buscar la supremacía de las buenas ideas, el predominio del bienestar común, sobre los intereses individuales y la corrupción.
Lo seguro es que el actual modelo chavista hará que Venezuela termine en la miseria y en la ruina.